BERNSTEIN 1

La “Sinfonía Nº 1”  (Jeremiah) fue empezada en 1939, después de su traslado a New York, terminados sus estudios en Harvard. La convocatoria en el año 1942 de un concurso del New England Conservatory of Music, empujó al joven compositor a terminar su obra. La presencia del legendario director Sergey Koussevitzky como miembro del jurado le dio esperanzas de ganar. En diez días acabó la partitura para piano, orquestándola en solo tres días, que pasó casi sin dormir, ayudado por su hermano y otros amigos que realizaban las copias. Al ver que la partitura no podía llegar por correo antes del 31 de diciembre, fecha límite del concurso, tomó el tren hacia Boston entregándola personalmente. La dedicó a su padre Samuel Bernstein, que impulsó su fe en su hijo.

BERNSTEIN S 1La obra no consiguió el premio, pero su debut como director en el Carneglie Hall de New York le ayudaría para su estreno. Con solo 27 años había dirigido la más prestigiosa orquesta americana. Era además la primera vez que un músico nacido en América dirigía la Philharmonica. Invitado por el director de la Pittsburgh Symphony, Fritz Reiner, la sinfonía se estrena el 28 de enero de 1944, conducida por Bernstein. La obra gana el Premio del New York Music Critics Circle de 1944, siendo interpretada por las más famosas orquestas.

El primer movimiento, Prophecy, muestra el aspecto de solemne contemplación que marcará toda la obra. Un primer tema derivado de dos cadencias litúrgicas hebreas abre la obra. Estos motivos formarán la base del movimiento. El segundo tema emplea una serie dodecafónica para indicar un presagio de desgracia. El desarrollo temático nos conduce a un dramático climax. Una tranquila coda cierra el movimiento. Representa la intercesión del profeta para su pueblo caído en la desgracia.

El segundo movimiento, Profanation, corresponde al scherzo. El tema principal procede de otro motivo empleado en la liturgia hebrea. Un canto empleado el día del sabbat. Caracterizado por sus ritmos de carácter oriental. En la parte que corresponde al trío encontramos una forma melódica que será característica de su autor, un tipo de melodía ampliamente usada en sus obras más conocidas. Finalmente se recupera la forma rítmica inicial

El último movimiento, Lamentation, corresponde a la interpretación musical de un texto poético. En esta parte utiliza una mezzo-soprano solista. El texto cantado corresponde a una parte de la Biblia, las Lamentaciones de Jeremías, en una versión escrita en hebreo. Los versos utilizados expresan el grito doloroso de Jeremías al ver a su amada Jerusalén en ruinas, saqueada y deshonrada a pesar de sus desesperados esfuerzos por salvarla. La mezzo-soprano canta los tres primeros párrafos. La música se vuelve más dramática, antes de que la mezzo-soprano reanude su canto, con su descripción de la ciudad destruida. Una frase lírico dramática es repetida varias veces por la orquesta como leitmotiv, durante un intermedio orquestal, que concluye con la entrada dramática de la soprano, lamentándose del abandono de su Dios. Una larga secuencia orquestal, empleando los motivos temáticos anteriores, cierra la obra inmersa en el dolor.

Según el compositor la sinfonía muestra su crisis en la fe, un problema que arrastrará durante toda su vida. Jeremías es un profeta bíblico que vivió en Jerusalén unos seis siglos antes de Cristo. La destrucción de Jerusalén representa la pérdida de su propia fe.

El lenguaje empleado es eminentemente tonal, un sistema en el que creía el compositor como lo demuestran sus propias palabras, en el fragmento traducido a continuación. Unas palabras que reflejan también el pensamiento de quien escribe estas líneas.

Si se busca encontrar una oposición entre el optimismo y el pesimismo en mi música, la equivalencia musical más próxima es, desde este punto de vista, la oposición entre la tonalidad y la atonalidad. Creo muy profundamente en la tonalidad, estando convencido que siempre se puede escribir nuevos sonidos, melodías y armonías verdaderamente originales basándose en la tonalidad. Esto no significa que no crea en la música atonal. Todo tipo de música que constituya un modo auténtico de expresión humana es válida para mí. Además, no creo haber escrito jamás una composición importante que no haga uso, de un modo u otro, del dodecafonismo. En la mayoría de casos, recurro a sonidos seriales, tratándolos teniendo en el pensamiento algo como diría, como una intención pesimista o perturbadora.