EL ESTADO FRENTE AL ARTE

5 - El Estado frente al arte 

 Se ha definido el concepto de belleza, clasificando a los distintos tipos de destinatarios de la misma. Se han presentado una serie de reflexiones sobre el papel que juega el Estado en la subvención artística, en dos sociedades al parecer contrapuestas, la socialista y la capitalista.

En cada capítulo se han formulado una serie de tesis y sus correspondientes antítesis. Ahora deberemos construir la síntesis. Esta tarea, en gran parte subjetiva, la podríamos dejar al propio lector o realizando un coloquio, en el que participaran de forma democrática diferentes personas de ideologías dispares, lo cual nos llevaría a discusiones bizantinas.

DELAUNAY
Robert Delaunay "Rythm Color, Alegría de vivir" 1930

Intentaremos de un modo totalmente personal, reunir lo mejor de cada ideología, para determinar cómo debería ser la actuación del Estado frente al arte. Este supuesto nos llevará a la formulación de una teoría totalmente utópica, dada la cualidad del género humano.

Dando por supuesto la importancia del arte en la vida humana, lo que nos diferencia de los irracionales animales, elevando nuestro pensamiento hacia un estadio superior, la principal obligación del Estado es la educación de su pueblo. Debe realizar una labor de formación, que junto a enseñanzas más prácticas, necesariamente obligatorias para el mantenimiento de la vida, cree una inquietud en el conocimiento del campo filosófico, donde la estética es una de sus partes fundamentales junto a la ética.

El Estado moderno se estructura alrededor de las ideas democráticas, eligiendo libremente a sus representantes. Nos referiremos siempre a un Estado ideal, muy diferente de los ciertamente corruptos, que se pueden observar en la realidad. Estas personas elegidas libremente representarán a un pueblo más o menos culto, dependiendo de su educación. Por ello su elección depende de la formación de los mismos, lo cual da todavía más importancia a una buena educación del pueblo.

Como la democracia se entiende como el dominio de la mayoría sobre minorías divergentes, es muy importante obtener el buen criterio de esta mayoría. En caso contrario la cultura estaría dominada por una masa inculta. Este es el peligro mayor de toda democracia, debido a ello en los pueblos poco formados fracasará siempre, imponiéndose las dictaduras al servicio de unos pocos, de una élite deshumanizada y corrupta.

Con un pueblo educado, sensible a las artes, la democracia es posible. Entonces su gobierno, elegido libremente, debe fomentarlas prestando todo su apoyo, creando subvenciones que serán asumidas por todos sus representados, el pueblo.

Estas subvenciones procedentes del trabajo del pueblo, contribuyendo en cada caso en su cantidad justa, correspondiente a sus ganancias, volverán al propio pueblo, el público receptor del arte.

El Estado debe subvencionar la creación artística, pero sin interferir en su libertad. También es su labor impedir que esta libertad se convierta en libertinaje. El problema es establecer unos límites justos, para determinar lo que es arte y lo que es una estupidez, destinada a engañar mentes poco desarrolladas.

Si observamos los resultados de los dos tipos de sociedad presentados anteriormente, nos damos cuenta de que contienen elementos convergentes. Las obras conservadoras son primadas, tanto en los ambientes socialistas, que opinan que al pueblo debe dársele lo que pueda gustarle, como en los capitalistas, cuya programación conservadora se realiza con el fin de obtener beneficios. Un ejemplo clásico lo encontramos en que las dos sociedades programan intensivamente piezas, como la "Sinfonía Nº5" de Tchaikovsky, obra que también era admirada por la nobleza burguesa de la época de los zares, contra quienes lucharon los revolucionarios soviéticos en un intento de lograr la libertad.

PICASSO AVIGNON
"Las Señoritas de Avignon" 1907 Pablo Picasso

Podemos opinar a su favor, que la belleza de una obra de arte, cuando lo es realmente, no depende del tiempo, ni de las modas, ni de las tendencias políticas. Son obras que se han ganado justamente su fama. Pero esto no impide dar a conocer otras obras, que podrían ser reconocidas si fueran de dominio público.

No  se deberían poner límites a la imaginación del artista, pero cuando su trabajo es pagado entre todos los ciudadanos, debería ser necesario poner unos límites de calidad, una valoración realmente difícil para determinar dónde termina el arte y donde empieza la tomadura de pelo. Pero si creemos en la democracia estos límites deberían ser decididos por el propio pueblo.

Como conclusión, el Estado tiene el deber de fomentar el cultivo de la belleza, una tarea realmente difícil teniendo en cuenta lo que significa este abstracto concepto, intentando buscar lo que sea más útil para sus individuos. Con ello no suponemos el abandono de las artes experimentales, sino su control. Sin experimentación el arte no podría avanzar, pero debe vigilarse que no entre en un callejón sin salida.