DAS LIED VON DER ERDE

La sinfonía titulada “Das Lied von der Erde” tiene sus orígenes en el verano del año 1907, pero no fue compuesta hasta 1908. Debido a las razones expuestas no se encontraba con ánimo para la composición en sus vacaciones del año 1907.  Se interesó en la lectura de un volumen de poemas chinos adaptados al alemán, Die chinesische Flöte, la flauta china. Fue un regalo de un amigo de la familia, Theobald Pollak. Años atrás, el padre de Alma, el pintor Emil Jakob Schindler, le había conseguido un puesto de responsabilidad en la administración.

Durante las vacaciones de 1908, Mahler regresó a Europa dirigiéndose a Toblach, el actual Dobbiaco, en el Tirol del Sur, actualmente cedido a Italia. Situado en un hermoso valle frente a las impresionantes montañas de las Dolomitas es un lugar ideal para el senderismo y los deportes de montaña. Pero el estado del corazón de Mahler no le permitía dedicarse a ninguna actividad en la naturaleza, de la cual provenía su principal fuente de inspiración. Enfermo tanto físicamente como moralmente, no se podía aplicar su mejor medicina, como era para él lograr la ascensión a una de las numerosas montañas de la zona. Parece que después de una buena caminata se evaden las enfermedades del espíritu. Un hermoso lema en defensa del senderismo.

Su crisis al final fue superada mediante su trabajo creador. El segundo lieder lo acabó en el mes de julio. Siguieron el tercero, el primero, el cuarto y el último lo terminó el uno de septiembre. Renació de sus cenizas con la composición de esta obra, que tan claramente nos expone sus crisis. Regresa a New York y en los momentos libres del invierno, revisa la obra y su orquestación. El título provisional es “Die Flöte von Jade”. En realidad era su novena sinfonía, pero este nombre le aterraba. El título pensado por Mahler era “Sinfonía para contralto, tenor y gran orquesta”, omitiendo el número. El número 9 le recordaba que era el mismo de las últimas sinfonías que pudieron completar tanto Beethoven, su gran referencia, como Bruckner y Schubert. Pensaba que si esta fuera su novena sinfonía sería la última. Su temor supersticioso quedaba refrendado por su enfermedad.

En el invierno siguiente, en 1910, cuando regresó a New York con su Novena Sinfonía acabada, que era en realidad la décima, comprobó que el maleficio no se había cumplido. Entonces le puso el título “El Canto de la Tierra traducido del chino”, escribiendo en la parte inferior de la hoja “Novena Sinfonía en cuatro movimientos”.

Mahler conserva la obra sin darla a conocer. Solo la confía a su amigo Bruno Walter, que al morir Mahler, conserva el manuscrito de la obra inédita. Mahler nunca fijó la fecha de su estreno. Después de su muerte, Bruno Walter la dirigió en su honor en Munich, el 20 de noviembre de 1911. El éxito fue apoteósico, dando a su autor la categoría de inmortal.

El adaptador de los poemas de, “Die chinesische Flöte”, es Hans Bethge, un joven literato que no entendía una sola palabra de chino. Su trabajo fue la adaptación en versos libres en idioma alemán de una traducción al francés de una colección de poesía china. La adaptación de Bethge comprende ochenta poesías, la mayoría del siglo XVIII, a las que añadió unos toques románticos.

Las poesías originales de todos los poemas utilizados por Mahler, exceptuando el segundo y el cuarto, pertenecen a Li Tai Po, funcionario de la corte imperial china de la época de la dinastía Tang, conocido como el príncipe de la poesía. El resto de poemas pertenecen a poetas menos conocidos como son Ts’ien Ts’i, Mong-Kao-Jèn y Wang-Wei. Mahler realizó su adaptación añadiendo versos originales suyos.

Como su anterior sinfonía, una sinfonía coral, esta es una sinfonía formada por lied, cosa ya experimentada en sus primeras obras. Una obra sinfónica con voces solistas incorporadas. Consta de dos movimientos que abren y cierran la obra conteniendo tres intermezzi, con la función de scherzos. El primer movimiento es el allegro inicial, al que sigue un andante. Como en su tercera sinfonía termina con un extenso adagio.

El primer movimiento lleva el título Das Trinklied vom Jammer der Erde, canto báquico del dolor de la tierra. Escrito en el tempo allegro pesante, contiene una célula melódica que será fundamental en la obra. Son las tres notas la, sol, mi que escuchamos por primera vez en los oboes. El tema principal aparece en los violines antes de que haga entrada el tenor cantando el primer verso. La tonalidad es difusa cambiando continuamente. El segundo motivo, más lento, es una especie de distorsionado vals que anticipa al expresionismo vienés. Un dúo de arpas nos conduce al estribillo que se irá repitiendo. Dunkel ist das Leben, ist der Tod, sombría es la vida, lo es la muerte. Los versos de cada estrofa están separados por breves interludios orquestales terminando siempre con el estribillo. Su música es siempre variante. Antes de la tercera estrofa se puede escuchar, en un interludio mas largo, una variación de la trompeta en diálogo con los violines, que nos conducen al éxtasis del tenor, en su contemplación de la naturaleza, cuya voz pronto cambia dramáticamente siguiendo una línea expresionista. Uno de los momentos más difíciles para el tenor termina con un vertiginoso glissando de la orquesta. Luego mediante una melancólica frase el tenor invita a beber, para terminar con el repetido estribillo.

El segundo movimiento se denomina Der Einsame im Herbst, el solitario en otoño. La orquesta crea un clima de soledad con sus escalas ondulantes. La voz de la contralto entra con una línea descendente muy austera. En el primer interludio orquestal observamos claramente en el oboe el tema principal del primer movimiento. Sigue la solista con su exposición, que se hace más cálida especialmente en la frase de la cuerda del segundo interludio, para caer luego de nuevo en la tristeza. La música es muy expresiva, siguiendo el sentido de la letra. Por ello es muy importante, para comprender la verdadera dimensión de la obra, seguir el texto escrito cuando se escucha. Resulta muy difícil poder hacer una justa exposición sin escuchar la música. Después de hacer una llamada al amor imposible, un solo del oboe repitiendo el primer tema, termina de modo desolador el movimiento.

El tercer movimiento Von der Jugend, de la juventud, es el primer intermezzo. En este movimiento emplea elementos chinos, como son la escala pentatónica y en la orquestación, el triángulo, tambor, platillos y madera con intervención del piccolo. Esto se puede observar en el breve preludio y en la voz del tenor que recorre alegremente la escala pentatónica. Pero nos encontramos como siempre en Mahler con la sorpresa. El tenor canta una estrofa con el ritmo del vals vienés. Una alucinante mezcla de culturas en una obra genial. Un interludio orquestal amalgama los dos estilos musicales, antes de que el tenor continúe en un ambiente vienés, pero de nuevo flautas y oboes introducen el aire chino. La coda termina desvaneciéndose en el registro agudo como si todo ello no hubiese sido más que un sueño.

El cuarto movimiento o segundo intermezzo se titula, Von der Schönheit, de la belleza. Es el segundo de los movimientos con motivos chinos. Hace uso de una refinada orquestación que incluye arpas y glockenspiel. Nos muestra la fragilidad de la belleza. Un grupo de hermosas muchachas coge flores de loto en el borde de un río. Aparece un grupo de jóvenes y arrogantes caballeros montados en briosos corceles. Pero desaparecerán con una velocidad mayor que la de su repentina aparición. La más bella de las niñas les envía una mirada lánguida. La contralto describe al grupo de muchachas acompañada por una idílica melodía de flautas y violines. Sigue con la tranquila descripción de la belleza de las niñas hasta que aparecen los jinetes. El tempo se acelera, la orquesta estalla en un acorde salvaje. Sigue el ritmo de una marcha irrumpiendo finalmente la voz de la muchacha, que no puede controlarse, arrastrada por el deseo, acompañada por la percusión. Se combina el motivo inicial de las flautas con el de la frenética marcha que pasa a los trombones y tuba, llegando al climax del movimiento. La muchacha presa de gran agitación describe la escena, luego se va serenando. Una breve sección de la madera da paso a una voluptuosa frase.

Und die schönste von den Jungfrau sendet        Y la más hermosa entre las jóvenes le envía

      Lange Blicke ihm der Sehnsucht nach.           largas miradas de deseo

La muchacha vuelve finalmente a la realidad recitando con nostalgia sus recuerdos. Pero primero los violines y luego oboes y fagots, recuerdan el motivo de deseo, una felicidad que una vez más se disipa en un sueño, como indican los últimos acordes del movimiento.

El último intermezzo lleva el título Der Trunkene im Frühling, el borracho en primavera. El ambiente chino es introducido por el motivo pentatónico de las trompas. El ritmo oscilante de las maderas refleja en andar tambaleante del ebrio, mientras que los trinos nos recuerdan que estamos en primavera. El tenor canta su melodía vacilante con la alegría provocada por el alcohol. Un violín que imita el canto de un pájaro acompaña al tenor. Es la llegada de la primavera. El flautín expone una expresiva melodía en contrapunto con el tenor. Este repite la melodía del pájaro integrándose en su sentimiento de la primavera, acompañado por los trinos del flautín y el oboe. Un episodio intermedio parece lograr un momento de felicidad. Pero el tenor pronto vuelve a sus ideas iniciales, anunciando finalmente que no renunciará a la bebida.

El movimiento final es el más extenso y está compuesto por dos lieder, el segundo dividido en dos partes y con versos añadidos por el propio Mahler. Der Abschied, el adiós. Cuenta la despedida de dos amigos. Sobre un fondo formado por los instrumentos más graves de la orquesta sobresale el tema del oboe, como una llamada del pájaro triste. El tema principal, como un lamento de dolor, es iniciado por trompas y clarinetes. Aparece la voz de la contralto, empezando su relato con un recitativo sin expresión, monótonamente, acompañada por el canto de la flauta. El paisaje aparece lleno de desolación. La aparición de la luna provoca una frase más apasionada de la cantante. Acaba el recitativo, acompañado siempre por la flauta, que sirve de introducción y empieza la primera canción que comienza hablándonos del río. Un movimiento de vaivén nos crea un fondo apropiado para la atmósfera expresiva. El oboe presenta la melodía sobre la cual la contralto cantará seguidamente su parte. Un pequeño interludio orquestal tiene un carácter extremadamente moderno, que nos lleva hacia Stravinsky. Luego la contralto continúa con su canto en una expresiva atmósfera, realzada por la música de la orquesta. El primer lied finaliza con una estrofa, que nos conduce de nuevo a la atmósfera desnuda del comienzo, con un acompañamiento de flauta, el cual termina la canción con una sensación de terrible soledad.

El segundo lied empieza su introducción orquestal, con una instrumentación de música china, por medio de la mandolina y la armonía pentatónica de las arpas. La contralto interpreta el recitativo del segundo lied. Luego la música va tomando más calor hasta llegar a su máxima expresión en la frase, O ewigen Liebens, lebens trunkne Welt!, mundo ebrio de eterno amor, de eterna vida. La orquesta ilustra este mundo feliz, con la interpretación por el violonchelo solista del tema de la vida. Una extensa sección orquestal precede a la segunda parte de la canción. De repente la atmósfera se enrarece volviendo a la de la primera introducción. El tema del lamento de dolor se escucha varias veces, en los clarinetes, en las trompas. La música cada vez se vuelve mas desesperada, hasta que nos conduce a una marcha fúnebre. La marcha sube hacia las regiones más agudas, para luego con el sonido del tam-tam, precipitarse a los registros más bajos.

El tercer recitativo de la contralto es más desolado que los anteriores, sin la presencia de la flauta. Una música desnuda, únicamente rota por la triste melodía del oboe. Con este clima de desesperanza llegamos a la conmovedora última parte. Tanto la voz de la contralto como su acompañamiento son cada vez más expresivos, destacando varios glissandos y la voz triste del pájaro. Un par de silencios aumentan considerablemente la tensión emocional. La contralto continúa sus frases. Después de un trémolo de las violas, escuchamos el tema de la vida en la flauta, oboe y luego en el clarinete. La contralto canta apasionadamente el tema final de la despedida, con notas cada vez más largas, hasta llegar a la palabra ewig, eternamente.

En la parte final o sea en la coda de la obra, encontramos sorprendentemente una nueva melodía pentatónica. Se trata de un espiritual negro que se supone había escuchado en New York, un canto de dolor que acompaña al triste final. La contralto va repitiendo sus ewig, cada vez más distanciados, acompañados por la celesta y la mandolina, lo que le da una etérea coloración. La música se va apagando gradualmente hasta su desaparición en el vacío.

Se trata de una obra sumida en la tristeza. El primer movimiento expresa la tristeza de una vida seguida por la muerte. El despertar que la naturaleza consigue cada primavera como un nuevo renacer, no lo consigue el hombre que se ve abocado a la muerte.

El segundo movimiento es un melancólico canto del otoño de una vida que se despide de este mundo. En su última parte aparece una llamada al amor, convirtiéndose en un mero recuerdo que se desvanece al final.

Los tres lieder que constituyen el scherzo continúan con el mismo clima de desesperación. Su aparente alegría es solo una ilusión. El primero trata de la juventud. La visión de hermosos jóvenes que hablan y hacen versos, bebiendo té en el Pabellón de Porcelana, se reflejan en las aguas del lago como una ilusión. En el fondo todo ha sido únicamente un sueño.

El segundo nos cuenta la fragilidad, la ilusión de la belleza. En la descripción del movimiento ha quedado bastante claro lo que quería expresar. La belleza es un bien fugaz, que desaparece con el tiempo, una felicidad que solo es momentánea.

El último lied nos muestra el olvido de los problemas a través de la bebida. Aparece de nuevo la primavera como un nuevo sueño de corta duración, que hace que el bebedor vuelva a su droga para lograr olvidar la desesperación que le produce la certeza de su muerte.

El último movimiento es una verdadera despedida a la vida. Pero no hemos de interpretar el final de esta obra, como algunas veces se ha dicho, como una amarga resignación de un hombre que ha perdido la fe. Intentaremos explicarlo mediante una serie de reflexiones.

El ciclo sinfónico de Mahler se divide en tres partes como ya se ha comentado. Con esta obra se abre la última serie de obras, que se compone de las tres sinfonías finales. La octava es la que actúa de transición hacia el último ciclo. Durante toda su vida Mahler se ha preocupado de descifrar los secretos trascendentales de la vida y de la muerte, sobre lo que ocurrirá después de la muerte. Podemos encontrar tres etapas en su pensamiento filosófico. Con ideas heredadas del judaísmo de su juventud, pasó a un cristianismo, cuya máxima expresión es su octava sinfonía. Los acontecimientos ocurridos poco tiempo después le hacen dudar seriamente de su fe, refugiándose en la lectura de textos orientales. Su modo de pensar cambia, acercándose a las ideas de las religiones budistas, confucionistas y taoístas. Unos sistemas filosóficos que cambian el sentido de ver las cosas. Las últimas palabras que canta la soprano al final de la obra son reveladoras,

Die liebe Erde allüberall blüht auf im Lenz und grünt

Auf neu! Allüberall und ewig blauen licht die Fernen!

Ewig… ewig… ewig… ewig… 

¡La tierra amada florece por todas partes en primavera y reverdece

de nuevo! ¡Por todas partes y eternamente brillan luces azules en el horizonte!

Eternamente... eternamente... eternamente... eternamente...

Con esto quiere expresar que la vida no termina con la muerte. Como la primavera, vuelve a renacer. La muerte es seguida de un nuevo renacer, una nueva vida. Esto continuará eternamente. Son las ideas en que se basa la reencarnación, para volver cada vez a una vida más perfecta, hasta alcanzar los grados más elevados de la perfección. Si nos fijamos en el final de la sinfonía, que en todos sus movimientos ha sido tan negativa, reflejando las ilusiones de la vida como sueños imposibles, vemos que está llena de esperanza. Su parte final es un canto a la eternidad y al infinito. Son sonidos que quedan suspendidos en el éter, una coda inmaterial, un alma iluminada por el mas allá.

Mahler empieza en 1909 su trabajo con la reorganizada NewYork Philharmonic Orchestra con la realización de 46 conciertos.  Una época no demasiado feliz, al no quererse rebajar frente a las ricas mujeres que dirigían los organismos musicales, lo cual fue un blanco fácil para los fans de su rival, Toscanini.