SINFONIA Nº 9 EN MI BEMOL MAYOR

La “Sinfonía Nº 9 en mi bemol mayor”  Op.70 fue empezada en el mes de abril de 1945, pensando escribir una gran sinfonía para solistas y coros celebrando la victoria, como había declarado en sus intenciones de 1943. Pero el compositor cambió su idea inicial, deteniendo durante tres meses la composición. Volvió a su trabajo, con un planteamiento totalmente distinto el 26 de julio, escribiéndola rápidamente, terminando la partitura el 30 de agosto de 1945. Se estrenó en Leningrado el 3 de noviembre del mismo año, interpretada por la Orquesta Filarmónica de Leningrado dirigida por Yevgeny Mravinsky.

Es la tercera sinfonía de su ciclo de sinfonías de guerra. Cuando se estrenó, las autoridades soviéticas pensaban en una gran obra para la celebración de la victoria rusa sobre la Alemania Nazi. Pensaban que Shostakovich se inspiraría en la sinfonía de Beethoven de idéntico número, construyendo una obra para gran orquesta, solistas y coro, que terminaría con un gran himno de alabanza en honor a Stalin. Pero Shostakovich tenía una idea completamente diferente de la victoria.

El primer movimiento, allegro, está escrito en forma sonata. El primer tema es presentado por la cuerda. Un tema juguetón e irónico. El segundo tema tiene algo de música de circo. Los intentos del trombón para cambiar de tonalidad proporcionan efectos divertidos. La exposición es repetida. Continúa con un desarrollo de forma clásica. Durante esta época el compositor solía tocar todas las tardes las sinfonías de Haydn, adaptadas para dúo de piano, con el compositor Dimitri Kabalevsky. Una también clásica recapitulación cierra el movimiento.

El segundo movimiento, moderato, posee un melancólico lirismo. Los temas son presentados por la madera con una orquestación austera. Empieza con un solo del clarinete acompañado por los violoncelos y contrabajos en pizzicato. La melodía gana expresividad cuando es interpretada conjuntamente con la flauta y el fagot. La música se vuelve más amenazadora con un misterioso ritmo de las cuerdas acompañando al corno inglés. En la parte final las flautas interpretan nuevamente el tema inicial.

El tercer movimiento, presto, constituye el scherzo. Empieza mediante una dinámica melodía del clarinete, pronto acompañado por el piccolo y las flautas. En la sección correspondiente al trio, una trompeta triunfal toma el protagonismo acompañada por ecos del trombón, otro de los momentos de influencia de Mahler. Después del retorno del scherzo, la música se va diluyendo uniéndose sin transición al siguiente movimiento.

El cuarto movimiento, largo, empieza con el sonido de los trombones y la tuba. Un solo para fagot presenta una siniestra melodía, contestada por los trombones de modo contundente. Pero el fagot continúa con su triste melodía, que enlaza sin interrupción con el movimiento final.

El último movimiento, allegretto, empieza con la melodía del fagot que se transforma lentamente en una marcha alegre, sin que termine de ocultarse cierta amenaza. Un crescendo nos conduce a la parte final, en la cual la trompeta nos lleva en un modo aparentemente más feliz, en forma de un galop desenfrenado, hacia una coda triunfal.

El compositor desafía una nueva vez al sistema con esta obra, pero la cólera de Stalin hará que no escriba ninguna sinfonía más hasta la muerte del dictador. Según el compositor se trataba de una obra con un humor ligero y soleado, pero lo que se deseaba escuchar era una grandiosa sinfonía victoriosa en el estilo hinchado soviético. La obra fue calificada de ideológicamente débil.

El director Rudolf Barshai, amigo de Shostakovich, declara en una entrevista efectuada en Bélgica el 21 de abril de 2002, los siguientes pensamientos. La novena sinfonía se burla de Stalin. También se trata de una obra que condena el antisemitismo de Stalin. Shostakovich no era judío, pero escribe esta sinfonía como protesta, una protesta contra el antisemitismo y no únicamente contra el propio Stalin. En el último movimiento usa como tema principal una danza judía. En la coda el tema es interpretado por la tuba y los trombones, creando el efecto que las botas del conjunto del Ejército Rojo están bailando al son de esta sarcástica melodía judía. Por cierto, fue una suerte el que Stalin no lo hubiera entendido. Hubiera sido algo muy peligroso si lo hubiera realizado.