CASTRO JM

José María Castro (1892-1964) nació el 15 de diciembre de 1892 en Avellaneda, ciudad situada cerca de Buenos Aires. Perteneció a una notable familia de músicos. Tanto su padre, Juan José, como sus hermanos menores, Luis Arnoldo, Juan José y Washington, tuvieron una destacada actividad.

José María Castro ingresó en el Conservatorio Santa Cecilia de Buenos Aires,  obteniendo el primer premio, medalla de oro, en 1907. Allí estudió violonchelo con José García Jacot, maestro de Pau Casals, armonía con Humberto Ferrari; y con Constantino Gaito; y composición con Eduardo Fornarini.

Como intérprete inició su actividad profesional en la orquesta del Teatro Colón (1913-1914). Pero su importante y fructífera carrera la desarrolló dentro del campo de la música de cámara y de la dirección orquestal.

Integró el Cuarteto de la Sociedad Argentina de Música de Cámara (1914-1915), junto a León Fontova, Juan José Castro (violines), Anibal Canut (viola) y Constantino Gaito (piano). Entre 1916 y 1917 formó parte del Trío y del Cuarteto de la Asociación Wagneriana de Buenos Aires. En 1926, al fundar la Sociedad del Cuarteto, tuvo por compañeros a su hermano Juan José, Manuel Almirall (violines), Bruno Bandini (viola) y Francisco Amicarelli (piano). Dos años más tarde participó en la Orquesta de Cámara Renacimiento.

Después de debutar como director en 1930, al frente de la Orquesta de Cámara de la Asociación del Profesorado Orquestal (A.P.O.), pasó a ocupar el cargo titular de la Orquesta Filarmónica de la mencionada institución (1931-1948). Con este ensamble y en las temporadas que se sucedieron entre 1939 y 1942, dirigió cincuenta y nueve conciertos sinfónicos, en los cuales incluyó invariablemente la ejecución de una obra de autor argentino.

De 1933 a 1953 fue director de la Banda Municipal de la ciudad de Buenos Aires. Con ella realizó una importante labor cultural de difusión, transcribiendo para banda composiciones del repertorio universal, en audiciones en parques y plazas, en escuelas, instituciones de cultura y fábricas de la capital argentina. A partir de 1930 dirigió los primeros conciertos sinfónicos que se transmitieron por Radio Splendid y otras emisoras de Buenos Aires (El Mundo y Excelsior). Lo propio hizo en el Teatro Colón, la Asociación Wagneriana y el SODRE de Montevideo (Uruguay).

Entre 1937 y 1943 efectuó dieciséis conciertos con la Orquesta Sinfónica de Rosario. Al margen de la extensa actividad como intérprete, fue profesor en el Conservatorio Santa Cecilia y en el Municipal Manuel de Falla. Miembro fundador de la Academia Nacional de Bellas Artes (1936), compartió con Carlos López Buchardo la representación musical inicial de la institución.

En 1929 había participado en una de las iniciativas que contribuyó a modificar, de una manera radical, el ámbito de la creación musical de su país. La creación del Grupo Renovación tuvo origen gracias a la labor que llevó a cabo junto a Juan Carlos Paz, Jacobo Ficher, Gilardo Gilardi y su hermano, Juan José. A estos se unieron más tarde Luis Gianneo, Honorio Siccardi y otro de sus hermanos, Washington.

El Grupo Renovación cambió el rumbo planteado por el bloque numeroso y compacto de la generación nacida alrededor de 1880. Estéticamente osciló entre las enseñanzas de la Schola Cantorum, Debussy, el elemento formal germánico y el influjo operístico italiano. Técnicas que trataron de amalgamar con un nacionalismo ideológicamente fuerte, que alcanzó manifestaciones musicales de singular relevancia.

En 1947 José María Castro fue secretario general de la Liga de Compositores de la Argentina, entidad de corta existencia que estuvo integrada pon Julián Bautista, Juan José Castro, Jacobo Ficher, Roberto García Morillo, Luis Gianneo, Alberto Ginastera, Guillermo Graetzer y Pia Sebastiani.

El «Concerto Grosso» compuesto en 1932 es la primera de las obras orquestales de su catálogo. Es una de las composiciones más conocidas, Las seis partes responden al estilo neo-clásico, con cualidades neo-barrocas.

El «Concierto para orquesta» fue compuesto en 1944. Las «Tres Pastorales» de 1945, están dedicadas a la Orquesta Juvenil Argentina, que dirigía Luis Gianneo.

La «Suite de cinco piezas» compuesta en 1948, toma fragmentos de las «Diez piezas breves para piano» de 1932. «Estudio», «La fuente», «Canción de cuna», «Danza» y «Campanas». En el «Tema coral con variaciones» de 1952 vuelve a las formas barrocas y las «Diez improvisaciones breves» de 1957 corresponden a la versión orquestal del original pianístico.

Su última obra orquestal es la «Sinfonía de Buenos Aires», concluida en Londres, en 1963, y estrenada en la Argentina por Washington Castro en 1966. El crítico de La Prensa escribió las siguientes frases sobre la sinfonía el 27 de junio de 1966.

Se trata de un trabajo de extensas proporciones, llega a los cuarenta minutos de duración, que utiliza la orquesta sinfónica completa. Responde a la estructura normal de este tipo de composiciones y contiene cuatro movimientos en los que emplea el lenguaje armónico, rítmico y orquestal que respeta la tradición del género.

Puede afirmarse que probablemente el tercer número de la sinfonía resulte el de mayor definición dentro del estilo del músico. […] El sentimiento de coral que surge de entre las líneas del tiempo conclusivo, de trazo sereno, eleva su tensión hacia el cierre de la obra con frases que recuerdan lejanamente el procedimiento que Mussorgsky usa en su apoteosis de ‘La gran puerta de Kiev».

En el campo de la música escénica dejó tres ballets y un mono drama para voz hablada y 26 instrumentos. «Georgia» compuesto en 1937, ballet – pantomima, se basa en un tema de Eduardo Mallea. El argumento se desenvuelve en dos planos, uno externo, la escuela, la boda, la alegría y el dolor de los aldeanos, el otro es el mundo extraño que rodea el alma de Georgia, ausente de la realidad, viviendo en su propio ensueño. De esta obra surgen dos Suites orquestales.

«El sueño de la botella» compuesto en 1948, ballet en cinco cuadros sobre un tema de Luis Cané, fue estrenado en el Teatro Argentino de La Plata. La Suite para orquesta extraída del ballet y la versión para dos pianos constan de los siguientes números: Baile en el cafetín; Vals; Blue; Mazurka; Polca y Galop.

El último ballet, «Falarka» compuesto en 1951 sobre un tema de Jorge de Obieta  es la obra más representativa del género. De él existe una Suite orquestal.

Ocho obras para solista y orquesta marcan una predilección, que se acentúa en algunos casos por la búsqueda de un conjunto instrumental de cámara. El «Concierto para piano y orquesta» tiene dos versiones, la primera de 1941, la segunda de 1955. El «Concierto para violonchelo y 17 instrumentos» compuesto en 1945; consta de tres movimientos: El «Concierto para violín y 18 instrumentos» fue compuesto en 1953  también en tres movimientos

El «Preludio y Toccata» lo compuso en 1949. Su primer número, para cuerdas, tiene un lenguaje contrapuntístico que se manifiesta con profunda intensidad. La Toccata está escrita para cuarteto de cuerdas solista y orquesta de cuerdas.

En el repertorio de cámara, se destacan la «Sonata para violonchelo y piano» compuesta en 1933 y cinco años más tarde la «Sonata para dos violonchelos». Tres Cuartetos de cuerdas, Tres estudios (1946), Tres piezas (1947). La «Sonata poética para violín y piano» compuesta en 1957 es la última obra de cámara.

Haciendo una síntesis de los elementos que podrían conformar su estilo, comprobamos en el plano orquestal: la elección cuidadosa de instrumentos; una marcada preferencia por grupos camarísticos; grupo de solistas y bloque orquestal; uso de timbres individuales aún en una composición para una agrupación tradicional; transparencia en gran cantidad de secciones orquestales, con pasajes a dos y tres voces.

En lo formal: preferencia por los esquemas clásicos; elección de modelos barrocos y de números de suite; con gusto por la variación. Su lenguaje tonal toma un color muy particular por el uso de cadencias modales. Algo realmente notable y curioso es la continuidad lineal de toda su obra, sin afiliarse a ismos de moda, sustentado por una técnica impecable. La modestia, la falta de ostentación, su apariencia introvertida y austera, han contribuido a que sus obras sean paulatinamente relegadas al olvido. José María Castro murió en Buenos Aires. 2 de agosto de 1964.