ROVIRA

Eduardo Rovira (1925-1980) nació en Lanús, ciudad de la provincia de Buenos Aires, el 30 de abril de 1925 en el seno de una familia obrera. Comenzó a tocar el bandoneón en las orquestas infantiles de Francisco Alessio y Vicente Florentino.

En 1939, formando parte de la agrupación de Florindo Sassone, realizó la primera gira de su vida y conoció al célebre pianista Osvaldo Manzi, con quien posteriormente se vincularía en varios proyectos. En 1940, con 15 años, comenzó a estudiar armonía con Pedro Aguilar, y las técnicas de contrapunto, dodecafonismo, formas musicales, composición e instrumentación que utilizaría en su música.

Junto con Piazzolla, Rovira fue uno de los compositores que con mayor convicción realizó la idea de llevar el tango de música de baile a una versión más cerebral, iniciando la gran renovación de la música de tango. Rovira y Piazzolla fueron paralelas que casi nunca se tocaron.

En 1948 Rovira se hizo cargo de la orquesta de Alberto Castillo, con quien trabajó hasta 1951. Fue entonces cuando formó su propia orquesta, con la que en 1953 actuó en Portugal y en España. Luego viajó a París con la idea de profundizar sus estudios, proyecto que no concretó en 1954, el mismo año en el que en la capital francesa Piazzolla estudiaba con Nadia Boulanger.

El proyecto innovador de Rovira comenzó en la década de 1960, En los años 60, el tango había perdido su centralidad en la escena musical de Buenos Aires, afectado por la popularidad del rock anglosajón, la música tropical, el bolero y el folklore. Piazzolla y Rovira fueron las figuras pioneras de una vanguardia del tango en la búsqueda de nuevas formas innovadoras de expresión que pudieran atraer a un nuevo público.

Grabó la música que había compuesto para el ballet «Tango Buenos Aires – Opus 4» y en 1963 se editó Tango Vanguardia, un disco extraordinario. Rovira traspasó la dimensión del tango con profundidad inédita y con un nivel instrumental fenomenal. Recursos bachianos en “Para piano y orquesta”, desarrollos beethovenianos en “Monotemático”, una bien utilizada cita de la cadencia del Concierto para piano y orquesta en La mayor K 488 de Mozart en “Triálogo” y la aproximación a la técnica de composición con doce sonidos ideada por Schönberg en “Serial dodecafónico”,

Forma un trío con Rodolfo Alchourrón en guitarra y Fernando Romano en bajo, al que sumó al oboísta Pedro Cocchiararo para grabar «Tango en la Universidad». En 1968  grabó «Sónico», donde el bandoneón utiliza un pedal distorsionador que le permite obtener algunos sonidos hasta entonces impensados para ese instrumento.

Además de compositor de una innovadora música popular, Eduardo Rovira desarrolló una intensa actividad como compositor de música clásica, la mayor parte desconocida actualmente, entre ellas compuso nueve sinfonías.

La “Sinfonía Chaco» se encuentra entre sus obras más importantes, compuesta con temas de los Indios Matacos. Los wichís antiguamente conocidos también como matacos, son una etnia indígena del Chaco Central y del Chaco Austral. Viven principalmente en Argentina y en menor cantidad en Bolivia, las poblaciones que habitaban en Paraguay se asentaron en Argentina durante la guerra del Chaco.

La obra está compuesta por tres movimientos. Posteriormente se realizó una versión coreográfica interpretada por la Orquesta Sinfónica del Chaco dirigida por Victor Falkenmeyer.

El primer movimiento empieza con una rítmica danza de origen evidentemente indio, que toma como tema principal y en contraste con un segundo tema más melódico. Siguiendo la forma sonata el tema principal nos conduce hacia la coda.

El segundo movimiento, corresponde al movimiento lento de la sinfonía. Presenta un tema de carácter lírico mediante la cuerda con intervenciones solistas de la madera. El tema principal es una melodía de carácter folclórico indígena.

El tercer movimiento empieza mediante un potente tema rítmico de carácter popular, que alterna con motivos melódicos. Es el movimiento más extenso, basado como toda la obra en temas y ritmos indígenas.

Su «Segunda sinfonía concertante» de 1966 se estrenó en el mismo año en el Teatro Colón, bajo la dirección de Pedro Ignacio Calderón, con la que ganó el Premio de Honor Bellas Artes y de música sinfónica.

La «Sinfonía Concertante para Ocho Instrumentos, Solistas y Orquesta»  es otra de sus obras sin que tengamos más datos.

Otras obras de corte académico son «Mi Tierra», la «Suite de Danzas; Argentinas», las «Sonatas Dodecafónicas para violín y piano», las «Sonatinas para piano» el «Concierto para bandoneón y orquesta de cuerdas», el «Concierto para corno inglés y orquesta», el «Concierto para dos oboes y cuerdas», el  «Concierto para flauta, oboe y orquesta de cuerdas» , la «Sonatina para cuarteto de clarinetes»; Sonatas para violín y piano; 100 estudios para guitarra, así como los «Cinco Valses sentimentales para Mabel».

En 1969 obtuvo, por los «Veinte Preludios Intersemitonales para piano», el Primer Premio en  Categoría Música de Cámara para Piano de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires; y la Mención de Honor Música por su música para ballet «Un día en la Ciudad», en el Concurso Internacional de Ginebra. Ese mismo año fue finalista en el Concurso Internacional de Música Sinfónica de Río deJaneiro por su «Sinfonía Nº 2» y en 1970 por «Tango Concertante».

En 1970 obtuvo el Primer Premio Categoría “C” de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires por sus «Veinte preludios para piano». El año siguiente logró el Primer Premio Fondo Nacional de las Artes y Subsecretaria de Cultura de la Provincia de Buenos Aires por la «Sinfonía Nº 5 Concertante».

En 1973, Rovira es nombrado director del Teatro Argentino de La Plata, durante la breve presidencia de Héctor José Cámpora. Aunque ejerció por solo tres meses, su cargo de director fue relevante, ya que marcó el momento más importante en su relación con La Plata. En 1967, ya había asumido como arreglador de la banda sinfónica de la policía de esa ciudad.

Retirado en La Plata, consiguió trabajo como director de la Banda Sinfónica de la Policía. Este puesto le dio la estabilidad requerida para desplegar su creatividad en los últimos años de vida.

En noviembre de 1975, Eduardo Rovira entró por última vez a un estudio de grabación. De allí surgió su último LP, «Que lo Paren». Sin embargo, paralelamente, Rovira registró otro material que nunca fue editado.

El 24 de noviembre de 1979 se presentó por última vez en vivo en la ciudad bonaerense de Azul, con la novedad de que, por primera vez desde las épocas de Alfredo del Río, se incluyó una voz, la de la cantante Elda Juárez.

El 29 de julio de 1980, Eduardo Rovira sufrió un paro cardíaco mientras caminaba, en la puerta de su casa en la calle 3 en La Plata y murió en el Hospital Gutiérrez de esa ciudad a la temprana edad de 55 años.

Dejó una obra de doscientos tangos, cien obras de cámara y algunas sinfónicas. Después del fallecimiento de Rovira, su música sufrió la indiferencia por parte de la industria musical y el público del tango. Sin embargo, desde fines de la década de 1990, comenzó una fuerte corriente de revalorización de su obra popular.

Hoy su discografía reeditada circula nuevamente, hay grupos que investigan su obra y graban su música. “Mi música será comprendida dentro de cincuenta años”, decía el compositor, parafraseando a Gustav Mahler.