ROS

Daniel Ros Hernández (1992-) nació en El Jimenado, una pedanía del municipio de Torre Pacheco en la Comunidad de Murcia en 1992. Inició sus estudios musicales en la Asociación Musical Amigos de la Música de Torre Pacheco y en la Agrupación Musical Ntra. Sra. del Pasico. Más adelante ingresa en el Conservatorio Profesional de Música de Cartagena en la especialidad de saxofón, donde obtiene el Título Profesional de Música. Como intérprete, ha sido miembro de la Banda Sinfónica de la Federación de Bandas de Música de la Región de Murcia.

Es Graduado en Educación Primaria en la especialidad de Maestro de Música por la Universidad de Murcia, donde ha colaborado con el departamento de Expresión Plástica, Musical y Dinámica de esta Universidad en el proyecto Fondo de Música Tradicional llevado a cabo por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Ha realizado cursos para la interpretación del saxofón con Antonio Salas Pérez, catedrático de saxofón del Conservatorio Superior de Música Manuel Massotti Littel de Murcia, y cursos de interpretación de música de cámara con el maestro Jordi Mora. También ha realizado cursos de perfeccionamiento en la Dirección de Banda con los maestros José Rafael Pascual Vilaplana, Jan Cober, Eugene Corporon, Mercedes Padilla Valencia, Bert Appermont, Franco Cesarini, Javier Viceiro-Filgueira y Andre Granjo, y en la Dirección de Orquesta con los maestros José Miguel Rodilla Tortajada y Enrique García Asensio.

La “Sinfonía Nº 1" (El soldado de piedra) es una obra de carácter bélico que está dividida en cuatro movimientos. The Stone Soldier, como la titula su autor, se estrenó en Cartagena el 18 de junio de 2013, interpretada por la Banda Sinfónica del Conservatorio Profesional de Música de Cartagena bajo la dirección del compositor. Está orquestada para banda sinfónica aumentada con violoncelos, contrabajos, piano solista y una abundante percusión.

Se basa en la leyenda de los soldados de Pururauca, una leyenda inca que mitifica la victoria del ejército inca sobre el ejército chanca en 1438. La sorpresiva victoria inca en la batalla de Yahuarpampa, una palabra de la lengua quechua que significa llanura de sangre.

El pueblo Chanca fue una cultura precolombina que se asentó en las actuales regiones peruanas de Apurimac, Ayacucho y Huancavelica. La guerra inca-chanca del año 1438 fue el último conflicto que enfrentó a estos pueblos peruanos.

Según el relato el caudillo chanca Ancu Hualloc reunió 40000 guerreros para emprender la conquista de la capital de los incas, Cuzco. Avanzó victoriosamente hasta rodear la ciudad. El inca Viracocha y muchos personajes de la nobleza huyeron, cundiendo el pánico. El príncipe Cusi Yupanqui encabezó la resistencia. Mientras lograba reunir aliados ofreció la paz a los sitiadores que fue rechazada.

Los incas lograron una gran victoria en la batalla de Yahuarpampa, ganada providencialmente por los incas gracias a la ayuda de tribus amigas. Esta batalla se convirtió en leyenda, diciendo que se había ganado porque milagrosamente cobraron vida los soldados de piedra pururaucas, una piedras disfrazadas de soldado para engañar a los chancas. Pururauca significa enemigo inconquistado, nombre dado por los propios chancas.

La historia es verdadera excepto lo de las piedras convertidas en soldados. Podemos buscar diversas explicaciones lógicas. Una de ellas sería que durante la batalla aparecieron tantos nuevos guerreros, al incorporarse miembros de tribus amigas, que parecía que las piedras se convertían en luchadores. Otra fantasía dice que los incas disfrazaron a las llamas como soldados, para dar la impresión de que su ejército era más poderoso.

Según nos relata su autor, se trata de una obra de carácter bélico que refleja la evolución de un ejército desde la incertidumbre inicial hasta la victoria. El título tiene una referencia, La leyenda de los soldados de Pururauca. Esta historia narra cómo el ejército inca venció al ejército chanca en 1438. Según el relato, los incas compusieron pequeños montículos de piedra que, disfrazados de soldados, hacía parecer más numeroso su ejército. Cuenta la leyenda que, en plena batalla, los dioses los convirtieron en soldados reales.

El Imperio inca fue un estado sudamericano con el dominio más extenso en la historia de la América precolombina. Al territorio del mismo se denominó Tahuantinsuyo, palabra de origen  quechua, Tawantin Suyu, que significa las cuatro regiones o divisiones. Al periodo de su dominio se le conoce como incanato. Abarcó cerca de dos millones de kilómetros cuadrados entre el océano Pacífico y la selva amazónica, desde las cercanías de Pasto en Colombia en el norte hasta el río Maule, Chile, por el sur.

El primer movimiento lleva el título Tawartin Suyu, palabra que denomina al Imperio Inca. En este movimiento, el ejército se prepara para la batalla. Su introducción es oscura, sinuosa, con el empleo de las notas graves, pero luego deja paso al carácter marcial de la fanfarria, que se impone a lo largo del resto de esta parte. Es aquí donde la trompa introduce el tema principal de la sinfonía, un tema de carácter épico que se expande dando lugar a múltiples variaciones y nos conduce a la coda.

El segundo movimiento The battle of Yahuarpampa. Yahuarpampa es la zona donde se desarrolló la batalla real. En este movimiento se diferencian dos partes, la primera representa la desolación y la melancolía que acosa a los soldados mientras se acercan al campo de batalla, aunque todavía encuentran rayos de esperanza por volver a casa. Para ello utiliza un tema de carácter nostálgico. El piano interviene en una de sus variaciones. Después de un fragmento muy melódico pasamos sin pausa a la contrastante siguiente sección.

La segunda parte representa la batalla e incluye reminiscencias de la incertidumbre del primer movimiento con las trombas y de la desolación de la primera parte del segundo, mediante el tema interpretado por los saxofones.

El tercer movimiento corresponde a los Stone Soldiers. Este movimiento ilustra la desesperanza, la desilusión y el sentimiento de eternidad que provoca prever el fracaso.

Empieza con un melódico y extenso solo para piano, que introduce un tema tierno y melancólico, y supone para los soldados el recuerdo de su familia. Sobre esta melodía se alzan las voces que claman a los dioses y les piden ayuda. El tema es repetido por la orquesta, finalizando con un solo de la trompeta. En este momento surge de nuevo el carácter marcial, vinculado a la idea de construir los soldados de piedra.

El cuarto movimiento se titula Huiracocha. Hemos adelantado ya que la ayuda de los dioses es crucial para la resolución de la batalla. Huiracocha es el dios más destacado de la zona, el que acompaña siempre a nuestro ejército. Este movimiento comienza con una acumulación progresiva de fuerza entre el ejército y el cielo, hasta que estalla el último asalto.

Empieza con una masiva entrada de la percusión. Se fusionan los dos temas principales de la obra, el de la trompa del primer movimiento y el del piano del tercero. El tema melancólico del piano cobra vida y fuerza en manos de los metales. El sueño de volver a casa se convierte en una realidad. El tema de la trompa materializa la victoria. Frente al solo tímido del primer movimiento con que los soldados parten, el tutti final refleja el virtuosismo del ejército que regresa vencedor.

Una sinfonía de estilo neorromántico que emplea un lenguaje sencillo, facilitando su asimilación para el público, introduciendo nuevamente las formas melódicas, algo que se pretendió olvidar en el pasado siglo.

La “Sinfonía de las estrellas" es una obra que puede ser definida como un poema sinfónico. Se estrenó el 10 de julio de 2015 en el Auditorio Juan Carlos I de Arafo, en la isla de Tenerife, interpretada por la Sociedad Filarmónica Nivaria dirigida por Miguel Ángel Expósito Marrero. Añadimos los comentarios del propio compositor sobre su obra.

Traspasa el aire todo

hasta llegar a la más alta esfera,

y oye allí otro modo

de no perecedera

música, que es la fuente y la primera.

Ve cómo el gran maestro,

aquesta inmensa cítara aplicado,

con movimiento diestro

produce el son sagrado,

con que este eterno templo es sustentado.

Y como está compuesta

de números concordes, luego envía

consonante respuesta;

y entrambas a porfía

se mezcla una dulcísima armonía

Son unos versos de Fray Luis de León (1527-1591), pertenecientes a la Oda a Francisco Salinas, dedicada a un músico y catedrático de la Universidad de Salamanca, donde se hace eco de una antigua teoría atribuida a los pitagóricos.

Pitágoras, si es que existió como tal, fue uno de los grandes iniciados del saber del siglo VI a. C. Era, entre otras denominaciones, sacerdote geómetra, es decir, que proponía la creación del mundo a través del número. Para Pitágoras, o más bien para la escuela pitagórica, la música es la manifestación más directa y trascendente de cómo el universo se ordena de forma matemática.

Esta teoría, conocida como la de la Música de las esferas, parte de la idea de que todo cuerpo en movimiento produce una onda, que necesariamente conlleva un sonido.

Los planetas y demás cuerpos del universo se mueven, por lo que deben producir una serie de sonidos. Esto, sin embargo, es imposible de comprobar, añadiendo que no los escuchamos porque estamos acostumbrados a ellos, es lo que llamamos silencio. Los pitagóricos utilizaban la música como método para sanar a los enfermos, a los que consideraban desordenados de cuerpo o de mente. Mediante unos sonidos ordenados a semejanza del cosmos, se exponía a estos enfermos al orden natural, que debían mimetizar en su propio ser para alcanzar el silencio.

La Sinfonía de las estrellas se gestó durante las perseidas de 2014. En ella, el compositor intenta reflejar el eterno sueño del hombre por alcanzar el cielo y las estrellas. La obra se divide en dos partes bien diferenciadas, la primera la podemos relacionar con el idilio del sueño. La segunda parte de un fragmento burlesco, que se enfrenta a la sección anterior, y contra el que surge una lucha por evitar la caída del sueño en el olvido.

Un primer tema rítmico inicia la obra seguido por un tranquilo solo de la percusión en el teclado. El saxofón nos presenta el tema principal de la obra, un tema de carácter melódico que es repetido por el oboe. Un marcado ritmo introduce el segundo tema de carácter burlesco. Se repite el solo del teclado en una tranquila sección, que da paso al regreso del tema principal empezando una breve recapitulación.

Como compositor, además encontramos varios pasodobles para banda, como "Los Canos", marchas, y diversas obras para conjuntos instrumentales. Obtuvo el Segundo Premio en el VI Concurso de Composición de Marchas Procesionales Villa de San Pedro del Pinatar con su Marcha de Procesión "La Promesa".

Daniel Ros desde el año 2011 es director de la Banda Juvenil de la Agrupación Musical Ntra. Sra. del Pasico de Torre Pacheco y director suplente de la Banda Titular de la misma Asociación. Desde principios del año 2014 también está al frente de la Banda Infantil de la misma agrupación.

Actualmente cursa los Estudios Superiores de Dirección de Orquesta en el Conservatorio Superior de Música de Murcia con los maestros José Miguel Rodilla Tortajada, Ángel Martín Matute y Luis Pedrón Francés. También está cursando los Estudios de Dirección de Banda en la Academia Europea de Dirección de Banda (AEDB), en Portugal, con los maestros Jan Cober, Javier Viceiro, Andre Granjo y Toni Cantal.