GENERALIDADES

 LA  SINFONIA  EN  CATALUNYA

1- GENERALIDADES

La actual Comunidad Autónoma de Catalunya definida como nacionalidad en la vigente Constitución, se encuentra situada en el nordeste de la península ibérica. Administrativamente está dividida en cuatro provincias, Barcelona, Tarragona, Lleida y Girona. La capital es la ciudad de Barcelona.

Una futura ley de veguerías, que son jurisdicciones administrativas, pretende dividir el territorio en las partes que aparecen en el mapa anterior.  Se trata de un proyecto todavía no aprobado, pero que actualmente se emplea en los medios de información.

Formando parte del territorio ibérico, después de recibir la colonización griega fue anexionada al Imperio Romano, formando parte de la provincia Tarraconense con capital en Tarraco, la actual ciudad de Tarragona.

Después de las invasiones germánicas del siglo V formó parte del Reino Visigodo, hasta la conquista por los árabes en el año 718, que continuaron su invasión hasta el sur de Francia, la región conocida como Septimania.

Los francos a partir del año 721, con la liberación de Toulouse por el Imperio Carolingio, fueron recuperando terreno hasta cruzar los Pirineos y durante las campañas de Carlomagno establecieron la marca fronteriza conocida como Marca Hispánica. Los francos que habían llegado a Barcelona al año 801 organizaron el territorio en varios condados dependientes del rey franco.

Esta serie de condados vasallos de los francos finalmente se independizaron y ganaron territorio frente a los árabes. El condado más importante era el de Barcelona que se independizó formalmente en el año 987, al no prestar juramento al primer monarca de la dinastía de los Capeto, siendo el origen de la actual Catalunya.

El condado de Barcelona fue absorbiendo los diversos condados formados por la Marca Hispánica y conquistando las tierras dominadas por los árabes, hasta unificar todo el territorio.

El nombre de Principat de Catalunya nace de la unión de varios condados, principalmente de los de Barcelona, Girona y Osona en el año 1064.

En el año 1137 se unió con el Reino de Aragón, al casarse el conde Ramón Berenguer IV de Barcelona con la reina Petronila. De este modo nació la llamada Corona de Aragón.

La Corona de Aragón se expandió hasta comprender el Principat de Catalunya, el Reino de Aragón, los Reinos de Mallorca, Valencia, Sicilia, Córcega, Cerdeña y Nápoles, así como los ducados de Atenas, de 1331 a 1388 y Neopatria, entre 1319 y 1390.

La Generalitat de Catalunya debe su origen a las Cortes Catalanas, formadas por primera vez en el año 1192, durante el reinado de Jaime I el Conquistador, cuando se reunieron convocadas por el rey como representantes de los Brazos o estamentos, eclesiásticos, nobleza militar y el real o de villas reales.

El primer paso hacia la institución de la Generalitat se produjo en las Cortes celebradas en 1289 en Monzón, al designarse una Diputación del General, comisión temporal para recaudar el tributo que se concedía al rey. Este impuesto era conocido popularmente como generalitat, nombre que se exportó a Francia donde se crearon las generalités o distritos fiscales. Con el paso del tiempo, el nombre oficioso de Generalitat terminó suplantando el nombre oficial de Diputación del General.

A la muerte de Martín I el Humano sin sucesión en 1412, en el llamado Compromiso de Caspe los tres estados, el Principat de Catalunya, el Reino de Aragón y el Reino de Valencia, eligieron como sucesor a Fernando de Antequera de la casa castellana de Trastámara, con lo cual terminaba el predominio catalán en la corona.

Los estados, aunque unidos, mantenían sus propias instituciones. Así pues, aparte de la figura común del monarca, las diversas entidades políticas que componían la Corona mantuvieron siempre su respectiva independencia administrativa, económica y jurídica.

El matrimonio de Fernando II de Aragón con Isabel la Católica, reina de Castilla, celebrado en Valladolid en 1469, condujo a la Corona de Aragón a una unión dinástica con Castilla, efectiva a su muerte, en 1516, pero ambos reinos conservaron sus instituciones políticas y mantuvieron las cortes, las leyes, las administraciones públicas y la moneda propias. 

En 1640 se produce una sublevación en Catalunya, un levantamiento popular originado por los nuevos impuestos y necesidades militares, además por la política centralizadora del Conde-duque de Olivares, valido del rey Felipe IV.

El 22 de mayo de 1640 llegaron a Barcelona 3000 campesinos del Vallés armados y encabezados por los obispos de Vic y Barcelona. De regreso al Ampurdán, asesinaron a los oficiales del rey refugiados en los conventos obligándoles a retroceder hacia el Rosellón cometiendo éstos, actos de venganza en Calonge, Palafrugell, Rosas y otros pueblos.

El 6 de junio, que era la festividad de Corpus, día que ha sido recordado con el nombre de Corpus de Sangre, los segadores entraron en la ciudad de Barcelona en busca de trabajo en la siega, siendo acompañados por rebeldes armados, cometiendo distintos saqueos y asesinatos.

Incidentes sangrientos dan origen a la guerra civil entre los catalanes realistas y los independentistas, que simpatizaban con el espíritu del levantamiento, aunque comenzó en un primer momento como una revuelta contra las tropas del rey, contra la nobleza y la burguesía.

El embajador francés, Du Plessis Besancon, se reunió en Barcelona con el presidente de la Generalitat, Pau Claris, con la intención de convertir a Catalunya en república independiente bajo la protección de Francia. Se alcanzó un acuerdo mediante la firma del tratado el 16 de diciembre de 1641 y Cataluña se sometió a la soberanía del rey Luis XIII de Francia.

A finales de 1642 murió Richelieu y, pocos meses después, el rey Luis XIII. Por su parte, Felipe IV prescindió del Conde-duque de Olivares. Todo ello marcó un cambio de tendencia en la guerra y, aunque las tropas francesas entraron en Catalunya como aliados de los catalanes, pronto fue evidente para éstos que los soldados franceses se comportaban de igual modo a como lo habían hecho los de Felipe IV.

Un año después fueron recuperadas Lleida y sus comarcas, que no volvieron a caer en manos francesas. En 1648 termina la guerra de los Treinta Años con la Paz de Westfalia, lo que deja libres a las tropas del rey para intervenir en la revuelta en Cataluña.

En 1651 don Juan José de Austria puso sitio a Barcelona recuperando en menos de un año Mataró, Canet, Calella, Blanes, San Feliu de Guíxols y Palamós. La Generalitat reconoció a Felipe IV, provocando la huida de Margarit, presidente de la misma tras la muerte de Clarís y sus partidarios a Francia.

La ciudad, en estado de peste después de un año de asedio, se rindió a don Juan de Austria el 11 de octubre de 1652. Poco después, el 3 de enero de 1653, Felipe IV confirmó con algunas reservas los fueros catalanes. El fin de la guerra se saldó con la anexión del Rosellón, el Conflent, el Vallespir y parte de la Cerdaña a la corona francesa, confimada por el Tratado de los Pirineos de 1659.

A la muerte de Carlos II en 1700, sin sucesor directo, se instaló en el trono hispánico una nueva dinastía en la persona de Felipe V, de la Casa de Borbón reinante en Francia, sustituyendo a la de los Habsburgo. Esto motivó el nacimiento de la Gran Alianza de la Haya, formada por Inglaterra, las Provincias Unidas y el Sacro Imperio Romano Germánico, que eligieron como sucesor al Archiduque Carlos de Austria. De este modo se inició la Guerra de Sucesión Española.

A pesar de haber Felipe V jurado los fueros catalanes, pronto se desconfió debido a sus ideas centralistas y absolutistas heredadas de los Borbones. Por ello el Principado y la Corona de Aragón acabaron uniéndose a la Alianza de la Haya.

Reconocieron al Archiduque como Carlos III, salvo algunas ciudades y territorios, como Cervera o el Valle de Arán. La guerra desarrollada entre los años 1700 y 1714 por Europa, perdió apoyos al heredar el pretendiente austríaco la corona de Austria.

Los tratados de Utrech en 1713 y el de Rastatt de 1714 dejaron a la Corona de Aragón sola frente al poderoso ejército franco-castellano de Felipe V. A pesar de la resistencia a ultranza, especialmente en Valencia después de la derrota de Almansa en 1707, que supuso la destrucción de la ciudad de Xàtiva, se invadió el territorio catalán. Después de un heroico asedio la ciudad de Barcelona capituló el 11 de septiembre de 1714.

Mediante los llamados Decretos de Nueva Planta se impuso a la Corona de Aragón un modelo político similar al de la Corona de Castilla, un modelo centralista parecido al del Reino de Francia, perdiéndose las Cortes y con ello la legislación propia. Se había unificado el territorio según los ideales borbónicos de lo que propiamente ya se podía llamar Reino de España.

Como premio a su fidelidad todas las universidades catalanas se concentraron en Cervera, para poder mejor controlar las élites cultivadas, situación que se prolongó hasta 1842. El permiso de comerciar con América se abrió a partir de 1778.

La política expansionista de Napoleón Bonaparte desembocó en la invasión del territorio español en 1808, empezando la conocida como Guerra de Independencia Española. La Catalunya ocupada fue incorporada al Imperio Francés el 26 de enero de 1812 y dividida en cuatro departamentos. Este dominio terminó en 1814 cuando el Duque de Wellington firmó el armisticio, por el cual los franceses debían abandonar Barcelona y otras plazas fuertes ocupadas, lo que se cumplió el 28 de mayo de 1814.

La primera guerra carlista tuvo lugar a la muerte en 1833 de Fernando VII al ser abolida la Ley Sálica, que impedía la sucesión de las mujeres a la corona, en la persona de Isabel II. Esta guerra se prolongó hasta 1840 siendo especialmente virulenta en el territorio catalán.

La revolución de 1868 obligó a Isabel II a abandonar España. Las Cortes Constituyentes ofrecieron el trono a Amadeo de Saboya, hijo del Rey de Italia, una iniciativa del general Juan Prim que murió asesinado.

Seguidamente se produjo un periodo convulso que llevó a la proclamación de la Primera República, con muchos partidarios en Catalunya. El territorio se industrializa surgiendo una nueva clase social, el proletariado.

Un movimiento cultural conocido como la Renaixença recuperó el uso de la lengua catalana empezando a superar su larga etapa de decadencia. La proclamación de la Primera República Española tuvo lugar en la plaza de Sant Jaume de Barcelona en febrero de 1873.

Paralelamente al rebrote del catalanismo, en todo el Estado surge una nueva manera de entender el Estado Español, el federalismo. Francesc Pi i Margall, un catalán instalado en Madrid y uno de los presidentes de la Primera República Española fue el gran ideólogo del federalismo en España, que definía que sólo el pacto federal libremente establecido entre las diversas regiones españolas podía garantizar el respeto total a la realidad plural del Estado.

En Cataluña, por el contrario, el federalismo fue una de las caras que adoptó el catalanismo político. Una ideología populista e interclasista, que estaba estrechamente relacionada con los inicios del movimiento obrero. Se produjo una división entre los federalistas moderados y los radicales. Ambos eran partidarios de la federación, pero los radicales exigían como paso previo a la igualdad la independencia, para poder decidir libremente la federación posterior. Los moderados preferían un federalismo impulsado desde el gobierno central.

En 1873, a raíz de la proclamación de la Primera República Española, un grupo de federalistas intransigentes intentaron, desde la Diputación de Barcelona, proclamar el Estado Catalán.

Siguió un periodo agitado con movimientos obreros, intentos separatistas y conspiraciones que terminaron en 1874 mediante un levantamiento militar que disolvió el Parlamento. La monarquía borbónica fue restaurada llegando al trono Alfonso XII, el hijo de Isabel II.

A la muerte del monarca en 1885 empezó un periodo de regencia de su viuda María Cristina hasta la mayoría de edad de su hijo Alfonso XIII. El catalanismo como movimiento político empieza a vertebrarse a pesar de no lograr el apoyo de la burguesía.

En 1891 se fundó la Unió Catalanista, pero no se presentaron a las elecciones, ya que lo ven absurdo por las manipulaciones caciquistas y el pucherazo. Este partido redactó las Bases de Manresa, un programa de autonomía política para Cataluña.

En 1901 se formó la Lliga Regionalista de Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó que impulsó la Solidaridad Catalana. La movilización de reservistas en 1909 para la Guerra de Melilla es el detonante de la Semana Trágica del 25 de julio al 2 de agosto de 1909. La represión del gobierno de Maura fue durísima y de carácter arbitrario, lo que causó una animadversión hacia el rey Alfonso XIII.

En 1913 la Lliga Regionalista logra una primera plataforma de autogobierno agrupando las cuatro diputaciones provinciales, la Mancomunitat de Catalunya, presidida primeramente por Prat de la Riba y más tarde por Josep Puig i Cadafalch, que terminó con el golpe de estado del general Miguel Primo de Rivera en 1923, debido a la espiral de violencia desarrollada por el pistolerismo patronal y el terrorismo anarquista. Además debemos añadir la agitación social debida a la guerra de Marruecos y el descontento de parte del ejército.

Cataluña se convirtió pronto en uno de los focos más activos y unánimes de oposición a la dictadura, ambiente que favoreció el crecimiento de la fuerza y popularidad del nacionalismo republicano que había tenido en Estat Català en 1922 y en su líder Francesc Macià, el luchador más comprometido. Por el contrario, el catalanismo moderado y socialmente conservador de la Lliga Regionalista quedó muy desprestigiado. La estelada azul, bandera utilizada por Estat Català es la primera bandera del independentismo catalán moderno.

Se estableció una dictadura militar aceptada por el propio Rey y por sectores de la burguesía en su lucha contra el anarquismo. La Mancomunidad quedó en la manos de Alfons Sala[1], designado por el propio dictador. Uno de los símbolos del catalanismo, las Cuatro Columnas de Montjuic levantadas por Puig i Cadafalch fueron mandadas derribar por Primo de Rivera en 1928 para que no tuvieran el eco que les podía haber dado la Exposición Internacional de 1929.

Con la Mancomunidad en manos del partido conservador español, se prohibió el uso de la lengua y la bandera catalanas en la administración y en la vida pública, eliminando partidos, asociaciones e instituciones autóctonas.

La falta de libertad y la mala situación económica hizo crecer al Partido Republicano. Primo de Rivera presentó su dimisión en 1930. Se convocaron elecciones municipales el 12 de abril de 1931. Al conocerse la victoria de las candidaturas republicanas el 14 de abril se proclamó la Segunda República Española. El Rey abandonó el país ese mismo día, con el fin de evitar una guerra civil.

Tras la caída de Primo de Rivera la izquierda republicana catalanista había generado un frente unitario en la figura de Francesc Macià. Nacía el partido político Esquerra Republicana de Catalunya, que consiguió un triunfo espectacular en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931.

Francesc Macià

El 14 de abril de 1931, el mismo día en que se proclamaba la República en Madrid, Francesc Macià proclamaba desde el balcón de la antigua Generalidad de Cataluña la República Catalana dentro de una federación de pueblos ibéricos. El hecho motivó preocupación fuera de los círculos nacionalistas, siendo solucionado con la restauración de la Generalitat de Catalunya.

Se aprobó un Estatuto de Autonomía de Catalunya en 1932 cuyo Presidente fue Francesc Macià y Lluís Companys presidente del Parlamento. A la muerte de Macià en 1933 fue sustituido por Companys que el 6 de octubre de 1934 proclamó de forma unilateral el Estat Català dentro de la República Federal Española.

Carente del necesario apoyo el levantamiento fue sofocado por el ejército, siendo nuevamente suspendidas las instituciones autonómicas catalanas. Con la victoria en las elecciones parlamentarias de 1936 de los partidos de izquierda agrupados en el Frente Popular, la autonomía fue restablecida con el retorno de Companys.

Durante la República se produjo una fuerte radicalización, tanto de izquierdas como de derechas. Se iniciaron importantes reformas para la modernización del país tanto sociales como económicas. Pero no fueron bien aceptadas por todos produciéndose diversas sublevaciones y actos terroristas. Culturalmente España había llegado a niveles comparables a otros países europeos pero las intransigencias entre unos y otros llevaron al enfrentamiento armado.

Guarniciones militares se sublevaron contra el gobierno de la República el 18 de julio de 1936. El alzamiento solo triunfo en parte del estado, quedando España dividida en dos zonas, con Catalunya situada dentro de la zona republicana.

Finalmente el ejército rebelde rompió en dos el frente republicano al ocupar Vinaroz, lo que aisló Catalunya del resto del territorio republicano, constituido ya sólo por Valencia y la zona central. La derrota de los ejércitos republicanos en la batalla del Ebro permitió la ocupación de Catalunya por las tropas encabezadas por el general Franco entre 1938 y 1939. La victoria total del proclamado Generalísimo supuso el fin de la autonomía catalana y el inicio de una larga dictadura.

Se instauró un régimen dictatorial que produjo el exilio de la mayoría de los más destacados representantes del mundo cultural, científico y artístico. Entre los músicos catalanes podemos citar a Pau Casals, Robert Gerhard y Salvador Bacarisse.

Se suprimieron el Estatuto de Autonomía y las instituciones de él derivadas, y se persiguió con sistematicidad la lengua y la cultura catalanas, sobre todo en la administración, en los medios de comunicación, en la escuela, en la universidad, en la señalización pública y en general en toda manifestación pública. El catalán fue excluido de la esfera pública y administrativa y quedó reducido al uso familiar y vecinal.

La derrota del nazismo en la Segunda Guerra Mundial condujo al gobierno de España a un aislamiento internacional, pero su marcado anticomunismo durante la guerra fría logró que fuera tolerado, siendo finalmente reconocido a finales de 1950.

La muerte del dictador en 1975 abrió un periodo denominado de transición que culminó con el establecimiento de una monarquía parlamentaria en 1978, en la figura de Juan Carlos de Borbón, nieto de Alfonso XIII.

A lo largo de la transición democrática se van alcanzando las libertades básicas, consagradas por la Constitución española de 1978. En ella se reconoce la existencia de comunidades autónomas dentro de España, lo que da lugar a la formulación del Estado de las Autonomías.

Se restaura la Generalitat de Catalunya, aprobándose un nuevo estatuto en 1979. Cataluña se define como nacionalidad, algo difícil de diferenciar del concepto de nación, se reconoce el catalán como lengua propia de Catalunya y alcanza la oficialidad junto al castellano.

Tras su promulgación, tuvieron lugar las primeras elecciones catalanas, que dieron la presidencia de la Generalidad a Jordi Pujol, de Convergència i Unió, cargo que ostentaría, tras seis triunfos electorales consecutivos, hasta el año 2003.

Los problemas asociados al proyecto de reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña y el rechazo del pacto fiscal llevaron el descontento al pueblo, que realizó diversas manifestaciones multitudinarias pidiendo libertad. El movimiento reclamando la independencia se hizo mayoritario. Tanto que los partidos catalanistas dieron lugar a la convocatoria de un referéndum por la autodeterminación de Cataluña en 2014, el cual fue condenado por el TSJC.

El 27 de septiembre de 2015 se celebraron unas nuevas elecciones autonómicas que las fuerzas independentistas denominaron como plebiscitarias. Las consecuencias políticas del proceso independentista produjeron la ruptura de Convergència i Unió y la integración de CDC y ERC en una coalición llamada Junts pel Sí, ganadora de las elecciones pero sin mayoría absoluta. Las dos nuevas fuerzas emergentes de Cataluña fueron Ciudadanos, primera fuerza de la oposición por delante del PP y del PSC y la CUP como llave de la gobernabilidad en el nuevo Parlament.

La proclamación unilateral de la República Catalana provocó la intervención del Gobierno Central y la intervención de las instituciones autonómicas en 2017. Convocadas nuevas elecciones por el Ejecutivo Español fueron ganadas nuevamente por los partidos independentistas. Deseando la restauración del último gobierno, cuando se escriben estas líneas nos encontramos en un momento de confusión y en espera de la presentación de un candidato reconocido por todas las partes, algo que actualmente parece imposible sin una reforma constitucional.

Según su Artículo 2: La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.

[1]  Pariente de mi familia por parte de padre, Alfons Sala i Argemí (1863-1945), natural de Terrassa, fue invitado de honor en la boda de mis padres en 1940.