HONEGGER

Arthur Honegger (1892-1955) es de origen suizo, pero nació y transcurrió la mayor parte de su vida en Francia, siendo uno de los más destacados miembros del Grupo de los Seis, aunque discrepaba de su estilo. Su obra sinfónica es un trabajo de madurez, que muestra un estilo personal inclinado hacia una seria interpretación del drama humano, sin abandonar la tonalidad. Un acusado pesimismo y escepticismo le acompañará durante los últimos años de su vida.

Nació en Le Havre, ciudad del norte de Francia, el 10 de marzo de 1892. Sus padres eran suizos de religión protestante, del cantón de Zürich. Su padre se había instalado en la colonia suiza que vivía en Le Havre, trabajando en el comercio del café. Aunque nacido en Francia, donde transcurrió la mayor parte de su existencia, conservó durante toda su vida la nacionalidad suiza.

Vivía en una familia aficionada a la música, aprendiendo a tocar el violín. En 1909 entra como estudiante en el Conservatorio de Zürich. Allí descubre la música de Richard Strauss y de Max Reger. En 1911 se inscribe en el Conservatorio de París, en contra de lo que deseaba su padre, que quería que siguiese sus negocios. Estudia con Lucien Capet y André Gédalge. Era la época de los famosos ballets rusos de Diaghilev y la música francesa estaba dominada por las figuras de Ravel, Debussy, Dukas, Roussel y Fauré.

En el Conservatorio de París hace amistad con Darius Milhaud y Jacques Ibert. En otra de las clases estudia con Germaine Tailleferre. En 1915 es movilizado para la defensa de las fronteras de Suiza, pero pronto vuelve a los estudios. Conoce a una de las alumnas del Conservatorio de París, la pianista Andrée Vaurabourg (1894-1980) en 1916, con la cual mantiene una gran relación, interpretando conciertos con ella y que más tarde se convertirá en su esposa.

Entre sus maestros destacan Widor y Vincent d’Indy. Termina sus estudios en 1918 con resultados escasamente brillantes. Como compositor sus primeras obras van tomando forma. En el mismo año de su graduación recibe el encargo para un ballet, “Le Dit des Jeux du monde” que será estrenado el  2 de diciembre de 1918, con un escándalo que lo da a conocer.

En el mes de enero de 1920 se organiza una velada musical en la casa de Darius Milhaud, reuniéndose Louis Durey, Georges Auric, Germaine Tailleferre, Francis Poulenc, Arthur Honegger y el propio Milhaud. En su compañía se encuentra Jean Cocteau. El compositor y crítico musical Henri Collet escribe un artículo el 16 de enero de 1920 en la revista “Comoedia” con el título “Les Cinq Russes et les Six Français”. Con ello nacía el famoso Grupo de los Seis. Examinaremos a continuación la formación y la estética del grupo.

Los componentes del Grupo de los Seis son en orden alfabético, Georges Auric (1899-1983), Louis Durey (1888-1979), Arthur Honegger (1892-1955), Darius Milhaud (1892-1974), Francis Poulenc (1899-1963) y Germaine Taileferre (1892-1983).

El origen de la formación de un grupo de compositores proviene de un concierto organizado en el estudio del pintor Emile Lejeune en 1917, cuando a causa de la guerra los teatros estaban cerrados. Rodeados de cuadros de Picasso, Matisse, Leger, Modigliani y otros, se escuchó música de Satie, Honegger, Auric y Durey. Erik Satie tuvo la idea de reunir a un conjunto de compositores a su alrededor con el nombre de Les Nouveaux Jeunes. Pero poco tiempo después Satie abandonaba el grupo.

El escritor Jean Cocteau (1889-1963) estaba interesado en todo lo que significaba una modernización artística. Realizó todo lo posible para liderar un grupo de músicos de vanguardia, algo similar a lo que había significado el cubismo y el surrealismo en la pintura. En el año 1918 publica su ensayo “Le Coq et l’Arlequin” que es un manifiesto estético. Desea una música simple, clara, desnuda, una música donde pueda vivir, como en una casa.

La música francesa debe encontrar sus cualidades intrínsecas. El arte de Wagner y de Debussy nos lleva a la sobre valoración, los ritmos obsesivos del jazz y de la Sacre constituyen un mismo peligro de carácter hipnótico, siendo la vía estrecha de Satie la única posible.

La estética que preconizaba Cocteau para el grupo se encontraba en el circo, la feria, el music-hall, el jazz. Utilizando pequeñas orquestas callejeras se acercaba a las escenas de la vida real. La máquina era uno de sus elementos, tanto como los espectáculos vulgares o las canciones de la calle. Todo esto debe servir de inspiración del artista pues su procedencia es de la propia vida.

Pero en la realidad  la estética del grupo no seguía los mismos caminos. Según uno de sus componentes, Milhaud, dice que es un grupo arbitrario escogido por Collet bajo las ideas de Cocteau. Unas ideas que no todos compartían. Auric y Poulenc eran acaso los más afines, pero Honegger seguía el romanticismo alemán y Milhaud el lirismo mediterráneo.

En 20 de septiembre de 1920 Honegger confiesa al crítico Paul Landormy su verdadera estética musical, dentro de la cual permanecerá fiel durante toda su vida. Reproducimos a continuación las propias palabras del compositor que son altamente expresivas.

No sigo el culto de la feria, ni del music-hall, sino al contrario el de la música de cámara y de la música sinfónica, con lo que tiene de más grave y austero. Doy gran importancia a la arquitectura musical, la cual nunca quisiera sacrificar por razones de tipo literario o pictórico. Tengo una tendencia acaso exagerada en rebuscar la complejidad polifónica.

No busco, como algunos músicos anti-impresionistas, un retorno a la sencillez armónica. Al contrario, encuentro que debemos servirnos de materiales armónicos, creados por esta escuela que nos ha precedido, pero con un sentido distinto, como base de la línea melódica y de los ritmos. Bach utiliza los elementos de la armonía tonal como yo quisiera servirme de las superposiciones armónicas modernas.

La estética general del Grupo de los Seis se puede definir con tres palabras, anti-flou, anti-alemán y anti-romántico. Anti-flou significa anti-Debussy o sea contrario a su música difusa, vaporosa. Una música contraria a la burguesa refinada de Debussy. La generación joven deseaba una música más agresiva e inmediata. Anti-alemán se refería a la música anti-Wagner. Los jóvenes de los años veinte aborrecían esta estética sublime. Anti-romántica se refiere a terminar con la música melancólica y soñadora. En definitiva una música alejada de Wagner y del impresionismo.

Después de la primera guerra mundial los seis frecuentan el bar “Le Boeuf sur le Toit”, donde el pianista Jan Wiéner interpreta piezas de Gershwin y de Youmans con el propio Cocteau y Milhaud a la percusión. Entre los seguidores se encontraban importantes figuras de la cultura como Diaghilev, Picasso, René Clair o Maurice Chevalier. Milhaud había escrito un famoso ballet con el nombre del famoso local nocturno.

Jean Cocteau presentó el proyecto del  ballet “Les Mariés de La Tour Eiffel” para los Ballets Suédois, entonces rivales de los Ballets Russes de Diaghilev, primero a Georges Auric. Al no poder realizar la obra en un corto plazo de tiempo, propuso hacer una obra conjunta con todo el grupo de los Seis. Durey no pudo participar en dicho proyecto por no encontrarse en París. El estreno de esta obra realizada conjuntamente en el año 1921 supuso un escándalo entre el público, similar al ocasionado años antes con “Le Sacré du Printemps” de Stravinsky.

El grupo no se separó formalmente, pero cada uno de sus integrantes siguió su estilo personal, encontrándose ocasionalmente. Todos son sensibles a un nuevo clasicismo pero cada uno de ellos ha contribuido a esta rehabilitación de la música francesa por su lenguaje propio.

En el mes de enero de 1921 Honegger recibe el encargo de una música para un espectáculo de René Morax, el director del Théâtre du Jorat en Mézières, Suiza. Un amplio retrato del Rey David para coro mixto y orquesta. Transformado en oratorio “Le Roi David” se estrenó en 1924 en París, obra que ha dado una gran reputación al compositor.

Pero la obra que ha dado más fama a Honegger ha sido su movimiento sinfónico “Pacific 231” estrenado en París el 3 de mayo de 1924 por Serge Koussevitsky. Una obra inspirada por el ruido de una locomotora.

En 1925 realiza una nueva colaboración con el poeta Réne Morax para producir la música escénica del drama bíblico Judith, que también será transformada en oratorio y finalmente en ópera, pero sin alcanzar el éxito del Rey David.

Honegger se enamora de la soprano Claire Croiza (1882-1946), que interpretaba el papel protagonista. Esta relación da lugar al nacimiento de su hijo Claude el 26 de abril de 1926. Pero poco tiempo después se casa con su amiga pianista Andrée Vaurabourg. Aceptó las condiciones impuestas por el compositor, vivirían en dos aposentos separados y solo se encontrarían al final del día para la cena o para alguna salida nocturna. El compositor necesitaba trabajar en soledad.

Andrée interpreta frecuentemente la música de su marido, componiendo para ella el “Concertino para piano”. También le dedicó su música escrita para “Antigone”, música de escena para la adaptación de la obra clásica realizada por Cocteau. Convertida en ópera se estrenará en 1928. La acogida de la obra fue bastante fría.

Su segundo movimiento sinfónico titulado “Rugby” fue compuesto en 1928, estrenado el 19 de octubre dirigido por Ernest Ansermet. Inspirado en los movimientos del juego y la coloración de un partido en el estadio Colombes, construye una forma de rondó.

La “Sinfonía N° 1” fue compuesta entre diciembre de 1929 y mayo de 1930. Se trata de una obra de encargo para celebrar el 50º aniversario de la Orquesta Sinfónica de Boston. La estrenó dicha orquesta en Boston el 13 de febrero de 1931 dirigida por Serge Koussevitsky.

Está orquestada para madera por triplicado, piccolo, corno inglés, clarinete bajo, contrafagot, cuatro trompas, tres trompetas, tres trombones, tuba, bombo, tam-tam y cuerda.

El primer movimiento, allegro marcato, tiene un solo tema principal dividido en dos secciones. La primera es violenta y seca, la segunda confiada a la cuerda es de un carácter más lírico. Durante el desarrollo se añaden temas secundarios en contrapunto. Termina con la recapitulación de la parte inicial, que nos lleva desde una gran agitación rítmica hasta una tranquila coda, como si la música se detuviera finalmente después de una larga carrera.

El segundo movimiento, adagio, está construido en forma de lied. Dividido en ocho secciones simétricas, empieza con un dramático tema presentado por la cuerda. Una segunda sección de un contenido lirismo da paso a una sección mas contrapuntística, con intervenciones del viento. La parte central llega a la máxima expresividad con un apasionado tutti orquestal. Luego se repite simétricamente el lirismo de las páginas precedentes, terminando calmadamente con el tema inicial.

El tercer movimiento, presto, andante tranquillo, consiste en un rondó con un potente tema rítmico, que por primera vez nos aporta algo de claridad. Figuras contrapuntísticas surgen de la cuerda en las secciones intermedias. El ritmo se hace más agitado con intervención del metal. La parte final empieza con un luminoso himno lento realzado por el metal que nos lleva hasta la serena coda.

Una música seria y austera que solo se relaja en el movimiento final parece indicarnos sus principios musicales, separándose de las ideas de Jean Cocteau. Una obra clásica pero que quiere romper con la tradición eliminando el scherzo, la dualidad de temas y la conclusión mediante una sección lenta.

Pero Honegger explota su lado ligero con la composición de la opereta “Les Aventures du Roi Pausole”, terminada en 1930 y estrenándola el 12 de diciembre consiguiendo su mayor éxito popular. Con esta obra se aproximaba a la filosofía practicada por el grupo de los seis.

Honegger tiene su primera crisis creativa en 1931 después del fracaso de sus últimas obras, entre ellas el oratorio profano “Cris du monde”, donde plantea el desarrollo del individuo frente a un mundo en crisis.

El 11 de agosto de 1932 nace su hija Pascale. En el mes de septiembre de 1934 mientras el matrimonio viaja por España, el automóvil de Honegger choca contra un árbol a consecuencia del reventón de un neumático. Solo se rompió un tobillo pero su mujer que viajaba sentada a su lado se rompió ambas rodillas y no pudo andar durante casi un año. Nunca se recuperó totalmente del accidente.

Por razones financieras Honegger en unos años de crisis económicas, se dedica a la composición de música para films. Entre 1934 y 1939 escribe la música de 23 bandas sonoras. Entre ellas destaca la realizada para el film de Raymond Bernard, “Les Misérables”.

La colaboración con Claudel le ayuda a salir de su estado de crisis. Desde el año 1925 Honegger colaboraba con la actriz y bailarina Ida Rubinstein (1885-1960), para la cual había escrito varias músicas de escena. Claudel les presenta el libreto para la obra escénica “Jeanne d’Arc au bûcher” a finales de 1934. Honegger compone la música en 1935, Pero por razones diversas no puede estrenarse hasta el mes de mayo de 1938 en Basilea con Ida en el papel protagonista.

La declaración de guerra contra Alemania afectó a Honegger, que no quiso abandonar París cuando fue invadido por las tropas de Hitler. Durante esta época compone varias obras que reflejan la situación, entre ellas una nueva sinfonía.

La “Sinfonía N° 2 para orquesta de cuerda y trompeta” fue compuesta entre los años 1940 y 1941, en respuesta a un antiguo encargo de Paul Sacher. Una música oscura compuesta durante un depresivo periodo de su vida en el cual se estaba despertando su fe.

Está compuesta para orquesta de cuerda empleando una trompeta ad libitum, una locución latina que significa a placer. Frecuentemente abreviado ad lib, significa que el intérprete o músico puede variar el tiempo como lo desee, nunca alterando las notas, solo los tiempos, durante el periodo que está indicado. Esta notación es usada cuando el autor cede al intérprete la posibilidad de ejecutar el trozo musical según su estado de ánimo

El primer movimiento, molto moderato, allegro, empieza después de unos acordes presentando el primer tema por la viola. Está basado en la repetición de dos notas, do y si bemol, un intervalo de segunda menor, que pronto se convierte en un repetitivo ostinato. Este tema mostrando un estado de desesperación alterna con otro motivo más enérgico, dotado con cierto aire de trágica marcha. Termina con una lenta coda basada en el motivo inicial.

El segundo movimiento, adagio mesto, es de un intenso carácter sombrío. El primer motivo parece derivado del anterior movimiento. Luego los violoncelos interpretan un tema más expansivo. El tema es repetido por los violines en contrapunto. El desarrollo posterior del tema nos lleva hasta un clímax lleno de ansiedad. Luego el tema principal es repetido con mayor tranquilidad.

El último movimiento, vivace, non troppo, presto, empieza de un modo impaciente, con una parte de los violines tocando en un tono mientras el resto lo repite en otro. En la parte central el tema es presentado en una forma más rápida expresando el deseo de una próxima victoria. La música va volviéndose más heroica y en la última parte los violines al unísono con la trompeta presentan una melodía coral de aspecto triunfante.

La obra tiene un eminente carácter descriptivo aunque su autor no gustaba de usar estos términos. Los primeros movimientos reflejan la tristeza ocasionada por la ocupación de París por los nazis. En el último movimiento expresa el deseo de una próxima liberación, con las notas finales triunfales de la trompeta anunciando la entrada de los blindados aliados, la moderna caballería, por las calles de la capital.

Durante la ocupación continúa trabajando en París y dando conciertos en países libres como Suiza. Pero no podemos hablar de colaboracionismo. Su música es prohibida en Alemania por considerarla degenerada.

En 1933 Furtwängler le había pedido una obra para estrenar con la Filarmónica de Berlín. Esta obra Honegger le dio el título de “Movimiento Sinfónico Nº 3”. Los primeros habían sido “Pacific 231” y “Rugby”. Pero su estilo más ambiguo que sus anteriores obras buscando una expresividad más abstracta no convencieron al régimen nazi, que desde entonces estuvo considerado como un compositor non grato. Escribe artículos para la revista Comaedia pero sin mostrar nunca ninguna simpatía con el enemigo y su música. Sus estrenos son considerados como actos de resistencia.

A pesar de todo ello, cuando finalmente llega la liberación su música es retirada de los programas. Se le reprocha el haber conseguido demasiado éxito durante el tiempo de la ocupación.

La “Sinfonía N° 3” (Sinfonía Litúrgica) fue compuesta entre enero de 1945 y abril de 1946 como resultado de un encargo de la fundación Pro Helvetia. Esta fundación fue creada en 1939 para la conservación y salvaguarda de la particularidad cultural de la nación suiza. Se realizó en unos momentos difíciles en Europa para protegerse de la amenaza externa. Entre sus tareas se encuentra también la promoción de la creación cultural.

La obra se estrenó en Zürich el 17 de agosto de 1946 dirigida por Charles Münch, a quién está dedicada. El 14 de noviembre del mismo año la presentó en París. Está orquestada para madera por triplicado, piccolo, corno inglés, clarinete bajo, contrafagot, cuatro trompas, tres trompetas, tres trombones, tuba, piano, timbales, platillos, caja, bombo, tam-tam y cuerda.

El primer movimiento, allegro marcato, lleva el subtítulo “Dies irae”. A pesar de llevar un título popular de la iglesia católica no contiene ninguna citación del canto gregoriano. Escrito en forma de una toccata tiene un carácter violento. Surgiendo de las profundidades, las cuerdas se lanzan en un dramático tema acompañadas por las trompas, con llamadas breves pero insistentes de las trompetas y de la madera.

El segundo tema contrastante aparece como una indolente melodía en los violines, sobre un ostinato de la cuerda. En la parte central la música se calma, pero sin perder su tensión. Aparece un tema con cierto aspecto oriental acompañado por la caja. Pero pronto vuelve la agitación, iniciándose una especie de recapitulación libre de los primeros temas. Una corta coda presentando una ligera luz de esperanza, con un coral de los trombones, el llamado por el compositor canto del pájaro, retorna la música a las profundidades de donde se había iniciado.

Sin emplear el gregoriano la música expresa su idea, el día de cólera, el odio destructivo de la humanidad. Presenta imágenes de espanto, caos, barbarie y destrucción de una humanidad dirigida por fuerzas apocalípticas. Es la escena descrita en la Misa de Réquiem como el terrible día del Juicio Final.

El segundo movimiento, adagio, lleva el subtítulo “De profundis clamavi”. La dulzura de las primeras frases contrasta con la dureza del primer movimiento. El tema principal es ampliamente lírico, alternando entre la cuerda y la madera. El tema se desarrolla aumentando su expresividad. Es notable la sección de los violines acompañados por las trompetas con sordina. Acordes del piano en sus notas graves anuncian el principio del clímax, culminando con la interpretación apasionada de las primeras frases del tema.

No existe una verdadera recapitulación. La flauta solista repite con una variación difícilmente reconocible el llamado tema del pájaro, representando a la paloma de la paz volando sobre los escombros de las ciudades destruidas por la guerra. Después de intentar iniciar un nuevo clímax, la música desciende hacia los temas líricos iniciales, terminando con una coda apacible, pero presentando un cierto carácter interrogativo.

Surgiendo de las profundidades como su título latino nos indica, se presenta una oración de liberación, una inspirada y noble melodía. Termina con una esperanzada visión, con los arabescos de la transformación del canto de pájaro, interpretado por la flauta. Su título también pertenece a la Misa de Réquiem, tomado del Salmo 130.

El tercer movimiento, andante, lleva el título “Dona nobis pacem”. Empieza con un pesado ritmo de marcha. Las trompas presentan un tema amenazante sobre la cuerda y el ritmo de los timbales. Los metales subrayan el ritmo con un cierto color militar. Es según el compositor la representación de los robots contra la gente civilizada. Reaparece el tema de la trompa sobre una melodía de la cuerda.

El ritmo de la marcha se acentúa. La percusión y los metales la llevan hasta su clímax. Termina en un gran acorde disonante de toda la orquesta, como un gran grito de dolor, que luego nos conduce a un silencio. De aquí nace un tema en la cuerda baja. Una melodía cálida expresiva representando las voces de la humanidad. El piccolo interpreta nuevamente el tema del pájaro con el violín solista expresando la súplica evangélica De profundis clamavi ad te, del anterior movimiento.

La marcha lenta representa el desfile de la humanidad miserable y agotada, arrastrándose desesperadamente. Finalmente se revoluciona terminando con un terrible grito de dolor. Sigue un episodio de consolación finalizando con la visión de la paz eterna expresada por los arabescos de la flauta adornando el tema del pájaro. Es la visión de un mundo utópico dirigido por el amor y la fraternidad, un bello sueño. Su título, danos la paz, es la parte final del ordinario de la misa.

El programa detallado que Honegger escribe para esta obra se resume en la siguiente frase. “Quería simbolizar en esta obra la rebelión del hombre moderno contra el alud de barbarie, estupidez, sufrimiento, mecanización y burocracia que nos viene azotando últimamente”.

Una obra que de ningún modo celebra la victoria aliada. La humanidad ha llegado a sus más altos niveles de destrucción, llegando a poner en peligro su propia supervivencia. Parece que el compositor ha recuperado su fe en la última parte de su vida, como expresa en esta obra.

La “Sinfonía N° 4” (Deliciae Basilienses) fue compuesta en 1946 cumpliendo un encargo para celebrar el aniversario de la fundación de la Orquesta de Cámara de Basilea, dedicándola a Paul Sacher. Se estrenó el 21 de enero de 1947 interpretada por dicha orquesta, la Basler Kammerorchester.

Paul Sacher (1906-1999) fue el fundador de la Orquesta de Cámara de Basilea en 1926, que presentó su primer concierto el 21 de enero de 1927. Gran defensor de la música moderna, encargó nuevas obras a los compositores suizos y también a los más famosos compositores internacionales de su época. Muchas grandes obras fueron estrenadas por su orquesta. En 1947 celebró con un concierto el vigésimo aniversario del primer concierto de la orquesta, estrenando obras encargadas a Martinu, Stravinsky y la citada de Honegger.

Está orquestada para un conjunto de cámara, con dos flautas, la segunda doblando piccolo, un oboe, dos clarinetes, un fagot, dos trompas, una trompeta, piano, platillos, glockenspiel, tambor de Basilea, tam-tam, triángulo y cuerdas.

El primer movimiento, lento e misterioso, allegro, empieza con un tema lírico tranquilo interpretado por el primer violín. La madera expone un nuevo motivo con un ligero carácter mozartiano. El tema lírico inicial se desarrolla con intervenciones de la madera. El movimiento se anima sin perder su carácter ligero. Las notas del piano se unen con las del glockenspiel para ofrecernos una clara secuencia de música oriental. La recapitulación termina con las notas tranquilas del principio del movimiento.

El segundo movimiento, larghetto, empieza con un severo passacaille, amortiguado luego por las notas sinuosas de la madera. Un segundo tema de dulce carácter lírico aparece a continuación. La flauta realiza unas imitaciones de cantos de pájaros. Los temas se superponen de modo contrapuntístico.

En la parte final se cita la canción popular de Basilea, “Z’Basel an mim Rhy” interpretada por la trompa. Termina con la recapitulación del principio y la sección de transición que lo une sin interrupción al último movimiento.

El tercer movimiento, allegro, está construido de un modo bastante complicado. Cinco temas se presentan sucesivamente siendo tratados polifónicamente. Aparece un motivo soñador seguido por otro más alegre de carácter rítmico. El tema popular “Basler Morgenstreich” emerge apoyado por flautas y tambores de un modo folclórico. Retorna el motivo soñador que nos conduce a la breve coda final.

Como nos dice su título “Delicias de Basilea” se trata de una obra de carácter alegre, única dentro de la producción sinfónica de Honegger. Una especie de divertimento con citas de canciones populares de la ciudad suiza. Por desgracia la alegría del compositor duraría muy poco.

A partir de noviembre de 1946 da clases en la Ecole Normale de Musique de París. En el mes de julio de 1947 Honegger vuela a los Estados Unidos para iniciar una gira a través de toda América. Pero a los pocos días se le presentan problemas cardíacos. Un mes más tarde, mientras da un curso de composición en el Berkshire Music Center de Tanglewood, Massachussets, lugar famoso por el ciclo de conciertos de verano de la Boston Symphony Orchestra, padece un infarto de miocardio triple con múltiples complicaciones.

El compositor tardará tres meses en dar sus primeros pasos. En noviembre regresa a Francia y parece recuperarse lentamente. En el mes de abril de 1948 vuelve a la composición y regresa al mundo de los conciertos. Recibe en el mismo año el título de Doctor honoris causa de la Universidad de Zúrich.

Interesado en la política musical el 16 de octubre de 1948 es elegido Presidente de la CISAC, la Confederación Internacional de las Sociedades de Autores y Compositores.

La “Sinfonía N° 5” (Di tre re) fue compuesta en el otoño de 1950. Se estrenó en Boston el 9 de marzo de 1951 dirigida por Charles Münch. El compositor no pudo asistir a su estreno debido a su enfermedad.

Está orquestada para madera por triplicado, piccolo, corno inglés, clarinete bajo, cuatro trompas, tres trompetas, tres trombones, tuba, timbales y cuerda.

El primer movimiento, grave, empieza con un gran coral para orquesta. La música toma la forma de una marcha lenta la cual el compositor tituló como marcha de la locura humana. Inquietantes llamadas de las trompetas nos recuerdan el juicio final.

Continúa con un episodio más tranquilo que nos lleva al final del movimiento, como si la música muriera. Los timbales afinados en re terminan el movimiento, con tres suaves golpes, lo cual da nombre a la sinfonía.

El segundo movimiento, allegretto, corresponde al scherzo. Nos presenta una inquietante danza de robots empleando recursos próximos a la música dodecafónica. Es interrumpido por el trío en forma de adagio expresando una cierta resignación. Se reemprende luego la danza inhumana. Nuevamente se repite el trío pero esta vez en contrapunto con el tema del scherzo. Termina como cada movimiento con los tres golpes de timbal en pianissimo.

El último movimiento, allegro marcato, presenta su tema con violencia. En medio de la tormenta se insinúa un coral de esperanza pero pronto es barrido por el furor desatado de la orquesta que nos lleva hasta su clímax. Luego sin cambiar el ritmo se hunde en un pianísimo como si hubiera agotado sus fuerzas. Los tres suaves golpes de los timbales en re terminan la obra,

Se trata de una obra dramática reflejando la amargura que sentía, terminando con una expresión de desesperación.

A principios de los años 1950 Honegger escribe la siguiente frase. La profesión de compositor tiene la peculiaridad de ser la actividad y ocupación primordiales de un hombre que se dedica a producir bienes que no son de utilidad para nadie.

A pesar de darse cuenta de lo que estaba haciendo era totalmente inútil siguió componiendo, creyendo que era lo que tenía que hacer. La salud del compositor continua degradándose, especialmente a partir de 1951. Su mujer Andrée, a pesar de intentar durante el año 1935 vivir junto a su marido, no lo consigue hasta el último año de su vida, cuando el compositor ya no puede vivir solo. Profesora de contrapunto entre sus alumnos se encuentra Pierre Boulez.

Honegger es nombrado miembro del Instituto de Francia, en el mes de enero de 1953 y Gran Oficial de la Legión de Honor en 1954. A pesar de su profundo pesimismo su música es interpretada y su última obra “Une Cantate de Noël” compuesta en 1953 logra un gran triunfo.

El 27 de noviembre de 1955 muere en su estudio del Boulevard de Clichy en Montmatre. Durante su entierro en el famoso cementerio de Père Lachaise, Jean Cocteau le escribe el siguiente epitafio, que creemos interesante reproducir para terminar la parte que le dedicamos en esta obra:

“Arthur, has logrado obtener el respeto en una época irrespetuosa. Añadías a la ciencia de un arquitecto de la Edad Media, la sencillez de un humilde obrero de las catedrales. Tus cenizas son ardientes y no se enfriarán, ni en el caso en que nuestra tierra deje de vivir. Pues la música no es de este mundo y su reino no tiene fin”.