ROUSE

Christopher Rouse (1949- ) nació en Baltimore, Maryland el 15 de febrero de 1949. Pronto demostró un gran interés musical, tanto en la música clásica como en la popular. En 1967 ingresa en el Oberlin Conservatory estudiando con Richard Hoffmann. Después de su graduación en 1971 continúa sus estudios con George Crumb en Philadelphia. En 1973 ingresa en la Cornell University estudiando con Karel Husa, doctorándose en 1977.

Entre 1978 y 1981 enseña composición en la University of Michigan en Ann Arbor. Recibe diversas becas y en 1981 es contratado por la Eastman School of Music. En el mismo año recibe el premio de la Liga de Compositores por su obra “The Infernal Machine”. En 1985 termina una obra más ambiciosa titulada “Phantasmata” en la que incluye su anterior título como movimiento intermedio. El título proviene de los escritos del físico ocultista Paracelsus, definiendo Phantasmata como alucinaciones creadas por el cerebro.

Es curioso por la relación que tiene con Barcelona el título del primer movimiento de Phantasmata. Se titula The Evestrum of Juan de la Cruz in the Sagrada Familia, 3 A.M. La palabra Evestrum es empleada por Paracelsus para designar al cuerpo astral. Este movimiento representa un viaje astral o sea fuera del cuerpo, de San Juan de la Cruz paseando por la catedral erigida por Antoni Gaudi en Barcelona a las tres de la mañana. La música tiene un carácter espectral. Una obra que une el surrealismo con el misticismo, como algunas pinturas de Salvador Dalí.

Entre los años 1986 y 1988 Rouse es compositor en residencia de la Baltimore Symphony Orchestra. Allí compone su primera sinfonía a partir de unos apuntes escritos en 1976 para orquesta de cuerda.

La “Sinfonía Nº 1” fue terminada en Indianapolis, Indiana el 26 de agosto de 1986. Se estrenó en 1988, estando compuesta por un solo movimiento como un extenso adagio. Está orquestada para dos flautas, una doblando piccolo, dos oboes, uno doblando corno inglés y oboe d’amore, dos clarinetes, uno doblando bajo clarinete, dos fagots, uno doblando contrafagot, cuatro trompas doblando tubas wagnerianas, tres trompetas, tres trombones, tuba, timbales, tres instrumentistas en la percusión y cuerda. La obra está dedicada a su amigo, el compositor John Harbison. Con esta sinfonía Rouse consigue el Kennedy Center Friedheim Award.

La obra está escrita como un homenaje a los grandes compositores de adagios, como Bruckner, del que cita el primer tema del segundo movimiento de su séptima sinfonía, interpretado por un cuarteto de tubas wagnerianas. Además cita a Shostakovich, Sibelius, Hartmann, Scriabin, Pettersson y William Schuman como grandes compositores de adagios, pero sin ser reconocibles en la obra.

Escrita usando un lenguaje eminentemente tonal, empieza de manera susurrante siendo interrumpida por fuertes acordes del metal y la percusión, marcando el principio del drama. Las tubas wagnerianas interpretan el tema de Bruckner. La música aumenta gradualmente su tensión alternando con momentos etéreos. El ambiente es sombrío con secciones de gran intensidad dramática. Una serie de notas repetidas prepara la culminación de la tragedia, como anunciando un mal presagio. En la parte central llega a su clímax con golpes que suenan como mazazos sobre nuestro héroe.

Una vez destruido, la música continúa de manera desvanecida, llegando a un nuevo breve climax, como si el héroe quisiera despertar, pero es finalmente abatido con un fuerte golpe. Termina con una trágica marcha fúnebre, con un lúgubre solo del corno inglés, marcada por la percusión de un modo suave, sin ninguna pretensión.

La obra representa la vida de un héroe asediado y atacado, siendo finalmente destruido, sin que con esta destrucción llegue a su ennoblecimiento. Una especie de muerte sin transfiguración como nos explica su autor.

Rouse trabaja como Profesor de Composición en la Eastman School of Music hasta el año 2002. Entre sus alumnas se encuentra la compositora Alexandra du Bois, que lo acompaña en la foto adjunta. Interesado en la música pop, da allí un curso de historia de la música rock durante muchos años. En el año 1988 compone “Bonham” para ocho percusionistas, como homenaje a John Bonham, el solista del conjunto Led Zeppelin cuya muerte en 1980 condujo a la disolución del grupo. En la parte final de su obra Phantasmata titulada Bump, una violenta conga, se encuentran influencias de este grupo de rock. Una vez más, podemos constatar la influencia del rock en la música clásica americana.

En 1991 compone el “Concierto para trombón” a la memoria de Leonard Bernstein con el que gana en 1993 el Premio Pulitzer de música.

La “Sinfonía Nº 2”  fue compuesta en 1994, un pedido de Christoph Eschenbach y la Houston Symphony Orchestra, que se estrenó en 1995 obteniendo un gran éxito.

En el año 2000 compone el “Concert de Gaudí”, un concierto para guitarra y orquesta inspirado en los diseños del arquitecto catalán Antoni Gaudí. Esta obra ganó el Grammy para la mejor composición clásica contemporanea del año 2002. Una de sus postreras obras es el “Requiem” estrenado en Los Angeles en 2007. Rouse actualmente vive en Baltimore, Maryland. Su última obra terminada hasta ahora es el “Concerto for Orchestra”, que tiene previsto su estreno en el mes de agosto de 2008.

Su estilo artístico ha evolucionado desde la disonancia de su primera época hacia una síntesis de técnicas contemporáneas, con el lenguaje de sus compositores admirados como Berlioz, Bruckner o Shostakovich. Terminamos con unas frases sacadas de una entrevista del compositor realizada por Glenn Watkins, en las que habla del futuro de la sinfonía.

“Me parece que la forma sinfónica en general no ha sido fundamental en los compositores innovadores desde el tiempo de Beethoven. Wagner, Debussy, Schönberg y Varese, por ejemplo, parece que tuvieron poco interés en la composición de sinfonías. Stravinsky solo se tomó interés después de entrar en su fase neoclásica. Parece que existe una necesidad por parte de los pioneros musicales de crear nuevas formas y de no ser leales a las formas pasadas de moda. Durante las décadas posteriores a la segunda guerra mundial, que fueron un período radical para la música, supongo que no es sorprendente que compositores serialistas como Babbitt, Boulez y Stockhausen evitaran la sinfonía, de la misma manera que Cage y sus seguidores también la rechazaran. Pero actualmente con la llamada tendencia neo-romántica, parece muy adecuado volver a un género que ha producido tantas grandes partituras durante siglos. Hablando de mí, encontraba que escribir una obra llamada “sinfonía” me parecía un trabajo intimidatorio y por esto no hubiera escrito ninguna, hasta componer algo que crea que se merezca el nombre”.