POIRIER

Pierrick Poirier (1955- ) nació en 1955 en Francia. Trombonista formado en el área del Conservatorio de Rennes por Pierre Guigou. Luego trabajó en conjuntos de variedades y de jazz en una Big Band. Decidió estudiar composición musical marchando a París, compaginándolo con trabajos en el Teatro Marigny con El hombre de La Mancha de Dale Wasserman, dirigida por Jean-Luc Tardieu. En el Teatro Nacional de Chaillot con Ubu Roi de Alfred Jarry, dirigido por Roland Topor y en el Caveau de la Huchette con Paris Barcelona Swing Connection.

Recibió la enseñanza de varios compositores como la Sra. Katori Makino, Alain Margoni, la Sra. Yvan Jullien, Derry Hall, Jean Gobinet y Patrice Sciortino. Realizó trabajos de composición para diversos conjuntos, como: banda de metal, cuarteto de cuerda, orquesta sinfónica y arreglos para variedades.

El escritor y melómano francés Denis Boissier escribe unas notas sobre la sinfonía escrita por Poirier, que expondremos a continuación. Además realiza una serie de comentarios sobre la evolución de la música francesa, que por su interés intentamos resumir seguidamente.

Según Boissier la armonía musical se rompió al principio del Siglo XX con la llegada del atonalismo. Schönberg intenta una nueva armonía con las leyes del dodecafonismo, pero es una armonía antinatural, que no logra convencer a los melómanos, que buscan encontrar la belleza clásica en las obras.

Las dos guerras mundiales cambian las reglas en un mundo más deshumanizado, carente de principios morales y los músicos deseosos de expresar este desorden moral optan por el atonalismo como su mejor forma de expresión.

El Conservatorio de París en su afán de renovación opta por el modernismo, la atonalidad y la música experimental. Todo lo que no suena como nuevo es despreciado y los músicos conservadores no pueden estrenar sus obras y cuando lo consiguen son despreciados por pasados de moda o lo que es peor, por hacer una música comercial solo para atraer al público.

Fue en Francia, desde la posguerra, donde el atonalismo ejerció el mayor y más constante terrorismo intelectual. Los nuevos maestros de escuela, para la música dodecafónica, René Leibowitz y Pierre Boulez; para la música electroacústica concreta Pierre Schaeffer y Pierre Henry, fueron tan activos que tiranizaron la enseñanza del Conservatorio Nacional Superior de París, hasta que la melodía, los colores, el cromatismo, el contrapunto fueron expulsados de este alto lugar. Las nuevas escuelas se volvieron institucionales. El IRCAM (Instituto de Investigación y Coordinación de la Acústica Músical), por ejemplo, fue desde su creación en 1974, el templo de esta música que tuvo más sacerdotes que público, porque este último, desconfiado de teorías exclusivas, se dejó arrastrar poco por este diluvio de composiciones abstractas y nuevos sonidos.

Así es como nos encontramos en Francia con jóvenes compositores, que habiendo ingresado en el Conservatorio Nacional Superior de Música, no tienen más remedio que aprender composición de vanguardia. Porque para una determinada cátedra encarnar la retaguardia de la vanguardia, el ballet, el teatro y la música de cine son "sub-música". Por lo tanto, los nuevos compositores se obligan a nunca mirar hacia atrás. "¡Siempre avanzar!" es la consigna, incluso si se está justo al precipicio. Un compositor que instintivamente o por elección artística quisiera encontrar los caminos que conducen a la Armonía no encontraría, en Francia, un maestro que lo animara a hacerlo. Serás vanguardista, o no serás nadie. Es Mozart quien es asesinado...

El resultado de todo ello es que la música contemporánea francesa ha desaparecido para el gran público, los melómanos tradicionales. Solo se escribe para una serie de intelectuales que rechazan todo lo que suena a antiguo, a armónico. La música francesa solo es recordada a través de los grandes clásicos. Los compositores contemporáneos que intentan realizar una música aceptable para este gran público, no son programados por el conjunto de intelectuales que mandan en la elección de las partituras.

Uno de estos clásicos modernos es Poirier, totalmente desconocido para el gran público y por los intelectuales. Tal vez nunca hubiera compuesto una sinfonía en cuatro movimientos si no hubiera conocido a Jean Waterkeyn, quien lo inspiró a diseñar una sinfonía que describiera las cuatro fases por las que pasa necesariamente todo artista ambicioso.

Pero Jean Waterkeyn no se detuvo ahí. Dado que en Francia las instituciones apenas se ocupan de la música clásica, aquella que gusta al público, no la experimental, decidió encontrar la manera de financiar este proyecto único para que la "Sinfonía de un destino" estuviera a la altura de su título y concepción. Y el milagro se cumplió. En 2009 se interpretó la obra de Pierrick Poirier.

La “Symphonie d'une Destinée" fue compuesta en 2009 según una idea original de Jean Waterkeyn. Una sinfonía que describe las cuatro fases por las que necesariamente pasa todo artista ambicioso. La estrenó en el mismo año la Orquesta Sinfónica de la Radio de Macedonia, dirigida por el joven y entusiasta director François Rousselot.

El primer movimiento, La Conception, consiste en un allegro que expone un primer tema de carácter claramente melódico, seguido por un segundo tema lírico. La música se desarrolla en un estilo próximo al denominado despectivamente por los intelectuales como música de películas. Escrito en forma sonata los temas se recapitulan terminando con una tranquila coda.

El segundo movimiento, L'Euphorie, correspondiente al scherzo nos presenta un tema rítmico alegre, con una parte melódica en el trío que nos transmite una sensación de bienestar. Expresa la euforia del artista al ver como avanza su obra.

El tercer movimiento, Le Doute, corresponde a la parte lenta de la sinfonía. Una música dramática que representa las dudas del artista enfrentado a su obra. Pero para ello utiliza una música armónica de tintes barrocos. Desarrolla un tema melódico alcanzando su cumbre, para luego pasar a una sección más dramática que nos conduce a una melodía de carácter soñador.

El cuarto movimiento, Le Triomphe, expresa la feliz terminación del proyecto y el éxito conseguido. Para ello utiliza temas melódicos y ritmos ternarios de carácter ligero. Una coda triunfal cierra la obra.

La "Symphonie d'une destinée" podría haber sido subtitulada "Encuentros con hombres notables": por un lado, un auténtico compositor al que se le ofrece una oportunidad, por el otro, un joven director talentoso con un futuro brillante ... y en el medio un hombre modesto y honesto, convencido de que se puede soñar útilmente.

Al final se logra la creación de una brillante sinfonía francesa en medio del estancamiento artístico. De este modo Jean Waterkeyn le da a Francia un rostro digno de su glorioso pasado musical y Pierrick Poirier le hace sonreír, porque, con sus muchos temas agradables, su orquestación ligera y encantadora, y su extraordinario optimismo contagioso, la "Symphonie d'une destinée" (2009) es un éxito.

Es una música fresca, alegre, con un toque romántico y una pizca de música de cine (la obra  comienza con un guiño a Star Wars). ¡Finalmente música que está lidiando con éxito con la penumbra! ¡Por fin una música que combate victoriosamente la sinistrosis ambiental! Esto solo, ya merece ser señalado como un éxito.