1 – MÚSICA
Cuando asistimos a la representación de una obra musical escénica estamos pendientes de tres factores, la música, la trama argumental y la escenografía. En la mayoría de los casos somos incapaces de valorar los tres aspectos simultáneamente, especialmente cuando se trata de una primera audición.
En una ópera estamos pendientes de la lectura del libreto, en un ballet de la interpretación mímica y corporal. Esto junto a espectaculares puestas en escena, suele impedir que la audiencia pueda valorar la música en su esencia. En mi caso particular mi primer punto de atención es la música, lo que me impide en una primera audición estar atento al desarrollo de la acción, pero muy bien puede ocurrir que alguna otra persona se concentre en alguna otra de las tres dimensiones escenográficas o coreográficas.
En algunas ocasiones ocurre, que si prescindimos de la representación escénica, escuchando la música junto con la lectura del libreto, llegamos a puntos de sublime emoción, hasta derramar lágrimas, algo que no ocurre con la contemplación recreada de la obra. Nuestro cerebro a falta de imágenes visuales las imagina internamente, lo cual nos crea un estado de ánimo más cercano a los sentimientos reflejados por la trama argumental.
Como en el caso de un libro, una partitura consiste en una serie de signos gráficos, que nuestro cerebro debe descifrar y darles sentido y vida. Todo exige una gran parte de imaginación para recrear las escenas, pero en el caso de la música no es posible poner en el papel pautado todos los matices de la interpretación. Dependerá de sus intérpretes, que realizarán la complicada acción de transformar en sonidos musicales los inexpresivos signos del papel pautado y por ello la interpretación de las obras musicales es tan difícil y variada. Según comenta el compositor John Cage, cada interpretación no grabada es única.
La música consiste en una serie de vibraciones, que se transmiten a través del aire a los oídos de los receptores. El cerebro transforma estas vibraciones en algo que nos produce más o menos placer. No conocemos los mecanismos de esta transformación pero parece que la música armónica es la que nos puede producir mayor placer. La armonía se basa en procesos matemáticos, siguiendo unas reglas que comparan las notas mediante sus relaciones matemáticas buscando que sean lo más sencillas posibles, además de la simetría y la repetición. Se llega a la belleza a través de la armonía. En contraste la música atonal nos puede transmitir sentimientos de irritación u otras sensaciones relacionadas, que pueden ser igualmente importantes y necesarias. Ambos estilos se complementan.
Si lo comparamos con las artes plásticas vemos que esta armonía comparativa se reproduce en los cánones de la belleza clásica. Un ejemplo característico es la belleza humana. En ella se valoran especialmente la simetría y las proporciones. El arte abstracto se puede valorar del mismo modo que lo hemos hecho anteriormente con la música atonal, arte abstracto por excelencia.
La música está considerada como la superior de las artes debido a su poder expresivo. La pintura, la escultura y la palabra escrita encuentran serias dificultades para expresar adecuadamente las sensaciones y los sentimientos, algo que la música puede mostrar más profundamente. Una escena de amor puede llegar a ser sublime expresada musicalmente.
Después de esta introducción veamos qué nos dice Tchaikovsky a través de su música. La música se divide en música pura y música descriptiva. En esta última el compositor sigue un guión o libreto traduciendo mediante sonidos la historia escrita. Nosotros relacionamos los dos conceptos y recreamos la historia.
En el caso de música descriptiva sin un libreto explicativo escrito, como es el caso de la Sinfonía Patética, debemos estimular nuestra imaginación para poder descifrar lo que desea transmitirnos el compositor con su música. Una acción relativa que no solo dependerá del espectador, sino también de sus circunstancias. De este modo cada persona en cada determinado momento puede materializar una historia distinta.
La música pura no expresa nada, no existe una música absoluta, somos nosotros la que la desciframos en cada instante. Tanto es así que una misma música puede ilustrar historias totalmente diferentes. En el caso particular de la música de Tchaikovsky encontramos casos evidentes. La música del ballet "Cascanueces" se emplea para ilustrar escenas totalmente dispares, desde un épico cuento de nueces y ratones, a una visión de la alegría de una fiesta de Navidad, hasta una trágica continuación de la historia de "Iolanta".
En el caso de nuestro estudio sobre las tres últimas obras de Tchaikovsky llegamos a las siguientes conclusiones. Tanto la escrita para "Iolanta" como la de la "Patética" poseen un gran sentimiento de dolor, algo escrito por una persona muy sensible a los sentimientos, que ha vivido una vida difícil en su faceta íntima.
En el caso de la música escrita para "Cascanueces" dependerá de su puesta en escena. Si consideramos la versión como continuación de "Iolanta", veremos que se adapta perfectamente a su función trágica y melancólica, siguiendo una orquestación y estilo similar a las otras dos obras, lo cual nos lleva a la conclusión sobre el carácter pesimista que desprende la música de las últimas obras del compositor, algo como si presintiera el final de su obra musical y de su recorrido vital.
Otras obras anteriores escritas por Tchaikovsky también poseen una estrecha relación con su vida. Entre ellas destacan la "Cuarta Sinfonía", escrita en parte durante la época de su fracasado matrimonio, la "Sinfonía Manfred", en la que el compositor se identifica con el protagonista y la "Quinta Sinfonía", la sinfonía del destino.
En cuanto al estilo tanto en "Iolanta" como en su ópera "Eugene Onegin" utiliza recursos wagnerianos. Entre ellos el leitmotiv identificando a los personajes y la importancia dada a la orquesta para transmitirnos sentimientos. En determinadas escenas no es el cantante quien interpreta la melodía principal sino la orquesta.[1]
Como uno de los objetivos de esta obra es la expresión de los sentimientos de quién escribe estos textos, veamos a continuación la relación de la música de Tchaikovsky con algunos aspectos autobiográficos.
La música de la "Sinfonía Patética" puede relacionarse perfectamente con algunos acontecimientos vividos. El segundo tema del primer movimiento expresa algunos momentos de pasión vividos personalmente. La optimista marcha del tercer movimiento se ajusta extraordinariamente para reflejar momentos de euforia motivados por un amor platónico, que nos motiva para la realización de grandes obras, como fue la construcción de la WEB dedicada a La Historia de la Sinfonía.
El trágico movimiento final se adapta de un modo íntimo para poder reflejar momentos de decepción y desengaño, como los vividos personalmente por el escritor de estas líneas. Estos motivos que nos unen a los sentimientos expresados por el compositor son los que nos producen la mayor emoción al sentir una especie de comunión con su autor.
Otro de los grandes instantes es la escena de la carta, el punto de clímax de la ópera "Eugene Onegin", al reflejar otro de los momentos parecidos vividos personalmente, instante en que nos enfrentamos con la dura realidad.
[1] Para más información véanse los comentarios escritos por el Profesor Carlos Luis Nuez en los anexos, pág.131.